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Villa JUANICÓ (Canelones - Uruguay)

"MIGUEL, UNA SONRISA EN LA VID"

"MIGUEL, UNA SONRISA EN LA VID"

   Decía el gran Carlos Brussa que: “quien es recordado nunca muere”. Sabia y concluyente frase del dramaturgo y director de teatro nacido en Juanicó. 

        El pasado domingo 10 de noviembre nos dejó físicamente el amigo y vecino Miguel Sorbara Rossi, “Cachango” para muchos, en especial, para los suyos. Italiano de buena cepa, oriental y canario adoptado, con todas las credenciales. Nació un 12 de febrero de 1955 en el pequeño pueblo calabrés de Cinquefrondi (al sur de Italia), en el hogar de don Francisco y doña Rosa, Miguel sería el segundo varón de un total de seis hermanos que, a muy temprana edad sufrieron la orfandad paterna, una vez radicados en tierras canarias, y precisamente, en ese hermoso reducto bien nuestro: Las Violetas.

     Amante del fútbol, por eso supo ser parte de los planteles del viejo y querido Club Santa Rosa, de las Violetas; hacedor, de los mejores salchichones que se han podido deleitar desde esos pagos juanicoenses. Miguel, ensalzando junto a sus hermanos esa unión familiar tejida en el esfuerzo y la cooperación, supo levantar la vid que, en 2006 obtuvo una importante premiación, siendo catalogada como el mejor viñedo del país.  

    Siempre alegre, afable, amigo de los amigos y de sus vecinos; hombre de fe, que supo dejar una marca en todos quienes supimos tenerlo entre nuestros afectos. Es más, gracias a ese afecto, Miguel permanecerá entre nosotros.

      Una sonrisa en la vid, se mezclaba en que cada vendimia, entre injertos y podas. El trabajo en familia ha sido el denominador común, entre las vides de aquel campo cuyo lábaro se alza en un particular “arbolito”, cuyas raíces se hincan en cristianos valores.

     Formó junto a su esposa Esther una familia cuya base se fundó en esos mismos valores cristianos que don Francisco y doña Rosa, erigieron en su hogar, a la unidad familiar como médula y motor del mismo.

     Miguel Sorbara: activo e inquieto productor se sumó a otros, para bregar por la prosperidad de la vitivinicultura. Integró durante años el Centro de Viticultores del Uruguay siendo su Vicepresidente y, hasta consejero en INAVI, para representar a la familia viñatera nacional.

      Con el mismo compromiso, colaboró desde siempre, en el fomento de la emblemática y querida Escuela Rural N° 88 “Alfredo Nobel” de Las Violetas.

       De Miguel -Cachango para sus afectos- podremos recordar mil y una anécdotas tanto como acciones propias de un hombre de fe, que supo servir a los suyos.

    Quiero, agradecer al Altísimo, de haber conocido a un ser que supo vivir la vida con una sonrisa generosa, dedicado al trabajo, al amor familiar y a sus amigos. Tuve el honor de compartir jornadas, que me llevaron a conocer a esa formidable persona que, prácticamente sin conocerme, pero, supo ser amigo de mis antecesores más próximos (padre y abuelo materno), volcó todo su apoyo, a ese entrañable proyecto político local erigido en la Agrupación “Dorval Silvera Saravia”, fundando a nuestra lista 38. Gracias a Miguel, supimos zurcir en esa expresión electoral, la unidad de dos regiones de esta zona del departamento: Las Violetas y Juanicó. 

        Su compromiso con la comunidad lo llevó a estar apoyando la construcción del templo en honor a la Virgen de los Treinta y Orientales en aquella hermosa zona juanicoense; Miguel estuvo siempre comprometido con la vida cristiana, en distintos movimientos de laicos, por ejemplo, en Cursillos de Cristiandad, granjeando en él, amistades por doquier; peculiaridad ésta que fue una constante en la vida de Miguel Sorbara: cosechar amistades, cultivadas en el amor al prójimo.

    Estas líneas que, obviamente son breves, porque en circunstancias como estas, las palabras se tornan escasas cuando los sentimientos se agolpan en el corazón y pueblan la mente con recuerdos de palabras, frases, dichos y hasta esa pícara y sana risa de un ser que no se ha ido, que tan sólo emprendió su viaje de regreso a la casa del Padre y, como obra superlativa, nos dejó un sendero a  transitar, o, tal vez, una manera de caminar por la vida, y es, precisamente, trabajando entre sonrisas, porque, ciertamente esta vida –que es de paso hacia la Vida- debe, a pesar de las cruces que debemos cargar, vivida de tal forma que el mundo o nuestro entorno se contagie de nuestro entusiasmo de vivir. Y eso ha generado Miguel, para quienes supimos conocer.  Estas líneas, por tanto, no pretenden ser una despedida, porque, vuelvo a lo del principio, a que quien es recordado, nunca muere; máxime, cuando se comparte la esperanza reveladora de que, para los ojos de nuestra Fe, no hay una despedida, sino un hasta luego. Gracias, Cachango! 

 

FERNANDO LÚQUEZ CILINTANO.- 

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