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Villa JUANICÓ (Canelones - Uruguay)

A 245 años del nacimiento de Francisco Juanicó

A 245 años del nacimiento de Francisco Juanicó

El 10 de mayo de 1776 en el hogar de Antonio Juanicó y Vinent y Elisabeth Sans y Petrós, en la ciudad de Mahón (Menorca, Islas Baleares) nace un niño al que le bautizan con el nombre de Francisco José Buenaventura, según surge del acta de la partida bautismal suscrita por el Presbístero Gabriel Vinent (Parroquia Santa María de Mahón).
El hogar de la familia Juanicó Sans se integraba por 8 hijos, Jaime (el mayor) y Francisco abrazaron la vocación del mar, convirtiéndose a temprana edad en marinos.
Fueron tres hermanos de la familia Juanicó que decidieron por cruzar el Atlántico con proa al sur. Fue en el año de 1795 que Jaime, su esposa Teresa Santíes (con sus hijos Zoilo y Justo), sus hermanos Antonio y Francisco Juanicó zarpan del puerto de Mahón hacia el Río de la Plata. Llegarían todos sanos y salvos a Montevideo, excepto Jaime quien luego de enfermar fallece durante la travesía trasatlántica.
Francisco y Antonio Juanicó junto a la viuda Teresa Santíes (y sus pequeños hijos) llegan al puerto de San Felipe y Santiago de Montevideo el 31 de diciembre de 1795. Mientras que el joven Francisco sigue navegando entre Montevideo y Buenos Aires, una y otra vez, así como al Viejo Continente. Su vocación náutica cesa cuando resuelve anclar su corazón definitivamente en el puerto de la colonial Montevideo, el 3 de junio de 1801.
Francisco Juanicó pasa una temporada residiendo en una fonda -propiedad de un británico- conocida como “Tres Reyes”. Rápidamente, el capitán de la marina británica, se matricula como comerciante (diciembre de 1801). Su personalidad, inteligencia y habilidad pronto se impondría en Montevideo. Francisco Juanicó se relaciona con burgueses criollos, con 21 años de edad, se inicia como administrador de bienes ajenos y se vincula al Cabildo, ganando la amistad y simpatía de influyentes personalidades de la Plaza Fuerte.
Juanicó en una fugaz carrera que, a ninguna actividad renegó sino que asumió con absoluta dedicación y responsabilidad. Francisco Juanicó era comerciante y armador-naviero, administrador de bienes propios y ajenos, miembro del Cabildo, agricultor, hacendado y llegó a ser primer Presidente de la Junta Económico-Administrativa de Montevideo (elegido por una abrumadora mayoría en setiembre de 1830). De modo que, dedicó su vida a los negocios y también a la tarea pública ya sea en tiempos de la Colonia, de la Cisplatina y en los primeros años de vida independiente del Estado Oriental.
Su fortuna se edificó en base a su trabajo y, como hábil mercader, se dedicó –como otros de su época- al negocio de tráfico de esclavos. Oficio que visto desde la anacrónica perspectiva de hoy, merece nuestro más radical juicio. Más allá de esto, Juanicó estuvo en la hora del servicio sí la Patria que lo adoptó como hijo le requirió, aunque diestramente supo mantenerse con ajenidad a los asuntos de las divisas lo que no le impidió estrechar vínculos amistosos con adalides de la época: Lavalleja, Oribe y Rivera.
Sí se mantuvo distante de José Artigas y su revolución, pese a que el Jefe de los Orientales era pariente de su esposa.
Pero, hagamos un alto. Conozcamos un poco más a la persona. Francisco Juanicó fue padre de dos hijos (habidos fuera de su matrimonio) Carlos (1803) y Carolina Cipriana (1805). Hasta hoy, desconocemos quien fue la madre de los niños o si lo fueron con quien contrajo matrimonio con posterioridad (Lerena Juanicó en su libro “Crónica de un Hogar Montevideano…” refiere a que Carlos y Carolina eran hijos “de un anterior enlace…” sin más. Es una de las cuestiones que restan por escrudiñar y arrojar luz a este misterio, entre otros tantos.
El 16 de marzo de 1807 Francisco Juanicó contrae nupcias con María Juliana Texería y Pagola (1790- 1839), de dicho matrimonio nacen: Eduardo (el 9 de marzo de 1809 y fallece el 5 de enero de 1811), Cándido Quintín de los Santos (31 de octubre de 1812) y Enrique Pantaleón (el 27 de julio de 1815).
Hijos en los que deposita la mayor inversión: su educación. Siendo Cándido quien se embarcó primero a Buenos Aires y luego a Europa, obviamente que en la Provincia y desde la casa del Miguelete recibió (él, su madre y hermanos) clases de Juan Manuel Besnes e Irigoyen, siendo posteriormente alumno de la Escuela Lancasteriana para después seguir formándose –Cándido- en el exterior, como dijimos.
Pero volvamos a Francisco, el patriarca de los Juanicó. Culminada su labor en el Cabildo (fue Juez de menores) pasó a asistir a las sesiones de la Junta de Comercio, fue además delegado del Consulado de Comercio de Buenos Aires, siendo “Juez diputado” le cupo la responsabilidad de reunir a los comerciantes de Montevideo a fin de tratar los diversos asuntos mercantiles del Plata (estamos refiriéndonos en el entorno de los años 1810 a 1812). Además se desempeñó, entre otras dignidades, como: miembro de la Junta de Aforos de la Aduana (1818), Juez de la Cámara de Apelaciones, Tribunal Superior de la Provincia (1818-1822), vocal en la Junta Superior de la Real Hacienda y Contabilidad General de la Provincia (1818) y, designado por Lecor para integrar como miembro del Consejo General de la Provincia (1824).
Pese a su cercanía a la Cisplatina y los honores que esta le dispensó (lo nombraron Vizconde del Miguelete), ello no menguó su amistad con Juan Antonio Lavalleja a quien le auxilió alguna vez (hay una carta de Lavalleja de 1822 que así lo acredita).
Juanicó laborioso, hábil mercader e ingenioso hacendado, le permitió acumular una copiosa fortuna. Fue propietario de grandes extensiones de tierra: adquirió una Estancia en Paysandú a orillas del arroyo Hervidero, la que bautizó con el nombre de dicho cauce, en ella (en 1833) estableció un saladero.
Adquirió el 13 de setiembre de 1830 en sociedad con Andrée Cavaillón la Estancia del Canelón, estableciéndose con el francés una próspera hacienda ganadera y pastoril. Campos que a finales del siglo XIX inmortalizará su apellido para convertirlo en el nombre de una fecunda y progresista localidad.
Tuvo propiedades en Entre Ríos, fundo conformado por extensas tierras a cuya altura y sobre el río Uruguay se encuentra la Isla Juanicó (actualmente en ella se levanta la Escuela Nro. 84 “República Argentina”).
Francisco Juanicó fue introductor al país diversas especies arbóreas y razas ganaderas. Desde Europa trajo: olivares, nogales, citrus (naranjas, limones y pomelos), avellanos, almendros, castaños, palmas de Berbería, bananeros y arbustos de café, moreras blancas para sustento de los gusanos de seda, cultivados en sus distintas propiedades o en su hermosa chacra del Miguelete.
Juanicó fue castigado duramente en sus posesiones primero por la revolución del Río de la Plata (como él mismo la denominaba) como posteriormente la Guerra Grande.
Hay una carta que él dirige a Marcos de Sobre Monte (hijo del ex Virrey) donde expresa, con claridad, sus perjuicios:
“…y de otra Estancia a ocho leguas de esta plaza sobre el Canelón Chico, a más de las pérdidas de ganado vacuno y caballos me han llevado últimamente tres esclavos y porción de peones canarios, por quienes anticipé los pasajes de 100 pesos fuertes a cada uno que debía desquitar con su trabajo, quedando abandonadas las mejores manadas Merinas y Sajonas existentes en el país… (Diciembre 18, de 1839).
El año de 1839 no fue fácil para Juanicó y sus hijos, pues más allá de los azotes que la guerra le infringió, la enfermedad le arrebató a su amada María Juliana. Su hijo Carlos, debió abandonar “El Hervidero” y exiliarse unos años en Buenos Aires, tras ser perseguido por las fuerzas de Don Frutos; Enrique, marchó a Río de Janeiro junto a su hermana Carolina (quien en 1822 casó con el Mariscal Juan C. Callado, emigrando al Brasil).
La ruptura con Rivera (en 1842) determinó que se estableciera en la Chacra del Miguelete, bajo la tutela del Gobierno del Cerrito. El 16 de diciembre de 1845, a la edad de 69 años, fallece en esa chacra tras sufrir un accidente en un paseo de sopanda que, al caer, se da un fuerte golpe en la cabeza lo que, al mediodía de esa jornada, le provoca su muerte. Su sepelio se realizó en el Cementerio de “La Mauricia”, actualmente sus restos descansan en el panteón familiar en el Cementerio Central (Montevideo).
A 245 años del nacimiento del menorquín que, nació bajo dominio británico, ancló su corazón –muy joven- en esta banda del Uruguay, nuestro recuerdo a quien importara a estas tierras de Sud América, entre otras especies arbóreas y razas ganaderas, su apellido para transformarse en el nombre de la localidad canelonense, tan pujante y activa como Francisco.
Dr. Fernando Lúquez Cilintano

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