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Villa JUANICÓ (Canelones - Uruguay)

PALABRA DE ASCENCIO

PALABRA DE ASCENCIO

 

   Este diez de octubre se cumplen diez años de la desaparición física de un vecino duraznense de cuna, juanicoense por adopción. Aunque, vivió sus años mozos junto a su adorada madre, en la ciudad de Canelones. Decenas de anécdotas supo describirle a quien hoy, viene a recordarle, y en honor a la amistad que en el ocaso de su vida, los vinculó en estrecho afecto, quiere compartir.

   Ascencio conocido en el pueblo y en su ambiente laboral como “Eduardo”, fue hijo de Ascencio De León y de Virginia Chappe. Aquel niño nació en Villa del Carmen (departamento de Durazno) el 13 de enero de 1928, tempranamente (a sus dos años de edad) vivió el infortunio de la orfandad paterna.

  Linotipista de fino dedo y de pluma exquisita, riguroso en la sintaxis y de rico manejo de la lengua castellana, llegó –por los años sesenta y setenta- a trabajar en Marcha. Ascencio –o como él gustaba llamarse, Eduardo- fue persona de confianza del director de aquel medio de prensa, Dr. Carlos Quijano; en dicho medio supo conocer y hasta estrechar fraternos vínculos de amistad con el propio director, así como prestigiosos columnistas y colaboradores: Homero Alsina Thevenet, Mario Benedetti, Guillermo Chifflet, Manuel Flores Mora, Eduardo Galeano, Wilson Ferreira Aldunate, Arturo Ardao, Carlos Real de Azúa, entre otros.

  Las tertulias con Eduardo se convirtieron para el joven facultativo, una asignatura donde el aprendizaje de experiencias compartidas con aquel veterano linotipista, fueron calando hondo en el corazón y en la mente, de quien –con el pasar de los años- se jactó de ser su amigo. El campo mental nos unió tanto como el amor por las cosas y las mejoras del pueblo. Y aquí me quiero detener.

Eduardo De León siendo integrante de ese grupo de vecinos fundadores de la Comisión Vecinal Pro-Mejoras de Juanicó (fundada el 24 de mayo de 1985), fue su primer Vicepresidente acompañando a la directiva que presidiera otra querida vecina de Juanicó: Julia Inés Espino de Ruzycki. Al mencionarlos, me vino a la mente –una de las tantas anécdotas que me contara Eduardo- en una determinada reunión de la Comisión (por los años 1987 o 1988) se dio paso a un debate en la Comisión sobre las prioridades a trazarse como objetivos a alcanzar: un Comedor Infantil o una Garita pública. Eduardo bregaba por la construcción de una Garita para permitir que quienes usaran del transporte público, pudieran guarecerse (legítima aspiración que a la postre se concretaría), recordaba que la Presidente de la Comisión, inclinándose con firmeza (y argumentos por demás válidos) por la creación del Comedor Infantil, me comentó que dijo: “Los niños no pueden esperan”, lacónica respuesta que llevó a que tanto el interlocutor como el resto de la Comisión, asintieran en la iniciativa que, con éxito funcionara por tantos años en Juanicó.

  Eduardo, vecino respetuoso, afable y siempre dispuesto a colaborar en las causas justas del pueblo. Desembocan en mi mente, tantos recuerdos de momentos compartidos que, seguramente, quienes le conocieron (y le quieren como quien ahora escribe), completarán esta semblanza o humilde homenaje. Pues, como decía el gran Carlos Brussa “No muere nunca, aquel que se le recuerda”. Y a Eduardo, lo recordamos siempre.

  Entre 1993 y 1995, se puso al hombro un asunto del pueblo: el nomenclátor. Es que, por el año 1989 la Comisión Vecinal había remitido a la Junta Departamental un proyecto para la designación de nombres para las calles de Juanicó que, por entonces, se les distinguía por números. Ascencio (Eduardo) organizó una colecta vecinal y para darle difusión a la iniciativa, hizo colocar en cada comercio del pueblo, el plano del casco urbano a fin de que el vecindario, fuera conociendo el nombre que se le adjudicó a cada calle de aquel pequeño poblado. Finalmente, la obra se concreta por la contribución económica de vecinos que permitieron la compra del material necesario. Juanicó al cumplir el 125° aniversario de la Iniciación de su Proceso Fundacional (año 1997), contó el nomenclátor en cada intersección de calles.

 Finalmente, las cosas del destino (o el cruce de caminos que la vida nos reserva), Eduardo y quien escribe, compartieron la integración de aquella Comisión Vecinal presidida por otro querido vecino y amigo el Mtro. Didier Zecchi Torres (2000- 2004). Recuerdo otra de las frases que, una y otra vez, Eduardo me decía: “Fernandito…la obra más importante, es invisible: el saneamiento”.   Vaya sí es así. Obra largamente ansiada que, tuvo en la Comisión Vecinal, su incondicional precursora. En noviembre de 2002, Juanicó pasa a ser la primera localidad del interior del país en conectarse a la red de efluentes decantados.

   Cada palabra de Ascencio aflora en nuestro corazón y nos impulsa a seguir el ejemplo de quien quiso a este pueblo (suyo y de los suyos), lo mejor.

  De tantas tardes compartidas en su casa (o en la mía), como otras tantas sesiones de la Comisión Vecinal, fueron tejiendo una amistad que trascendió credos ideológicos, pues hundió sus raíces en la misma filosofía de vida: ver y ayudar a hacer crecer al pago que es hogar de todos.

  Ese es el denominador común o medula de la comunidad.

  A diez años de tu partida física, Eduardo tu Espíritu está entre los tuyos, y este amigo que te escribe, siente que en cada logro de Juanicó, está tu aliento que nos anima a seguir por el mismo trillo que supimos compartir. Paz a tu Alma, recuerdo a tu obra y reconocimiento a tu memoria.     

 

Fernando Lúquez Cilintano.-

 

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