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Villa JUANICÓ (Canelones - Uruguay)

Historia

El Chateau[1] de Lerena Lenguas

El Chateau[1] de Lerena Lenguas

 

    En 1886 se lleva a cabo la partición judicial de la Sucesión de Cándido Juanicó Texería (1812-1884), correspondiendo una hijuela a cada heredera (tres hijas legítimas), y en lo que respecta al padrón original de la vieja Estancia del Canelón se partió en tres partes correspondiendo a Julia Juanicó González de Lerena Lenguas la fracción al este de la vía férrea y al norte del Camino Al Gigante hasta el arroyo Canelón Chico; a Sara Juanicó Lenguas de Casaravilla, la fracción al oeste de la vía férrea hasta el Camino Nacional y al norte del Camino Al Gigante, mientras que la tercera fracción le correspondió a Celia María Juanicó Lenguas de Folle y se ubicaba al sur del Camino Al Gigante, sirviendo como límite este el Arroyo El Gigante y al oeste la vía férrea.

  Entonces: el campo de Julia Juanicó correspondió lo que es el actual padrón propiedad de Establecimiento Juanicó S.A. y al este de la vía férrea (lo    que actualmente se conoce como Colonia Moricci), mientras que la fracción correspondiente a Sara Juanicó comprendió lo que hoy conforma el centro poblado (hasta la actual Ruta Nacional Nro. 5) desde el Camino Al Gigante al norte hasta el ejido de la actual ciudad de Canelones y la fracción del campo correspondiente a Celia María Juanicó de Folle quedó comprendida desde Camino Al Gigante al sur hasta la linda con los campos de Piria (actual zona de Progreso), esta fracción  tuvo como casa solariega la que construyera su padre Cándido Juanicó (entre 1840 y 1845), casa de estilo francés ubicada entre los actuales caminos Albatros, Ciréfice y Folle.

  En 1889 (tal como surge del documento que se comparte a continuación) se publica una fotografía para una exposición llevada a cabo en París, dicha imagen fue  titulada “Chateau de Mr. Louis Lerena Lenguas”.

  Ahora bien, y a los efectos de procurar la ubicación de esa hermosa construcción debemos precisar que la exposición fotográfica fue en 1889, la fecha de la fotografía –según surge del propio documento- dataría de 1878.    

  ¿En qué parte de Estancia de los Juanicó se ubicó dicha casona? La silueta o diseño arquitectónico –en parte- se asemeja a la actual construcción conocida como “Domaine Castellar” (vieja residencia que mandó levantar Cándido Juanicó y que posteriormente le perteneció a la familia Folle Juanicó). ¿Será acaso la misma edificación? ¿O es otra? Y si es así ¿Dónde se ubicó? Pues hoy, no existiría.

  Posiblemente, sea la misma casa de campo pero modificada. Sí la imagen corresponde a 1878 (como reza en el propio documento que se encuentra en los archivos de la Biblioteca Nacional) Celia Juanicó -tenía tan sólo 13 años de edad- no será propietaria de la fracción hasta 1886.

   Existe sí una divergencia en el documento que puede llamarnos a confusión y es el hecho de que “Estación Juanicó” se le conocerá recién a partir del 8 de mayo de 1888 (tal como se verá más adelante), antes de eso dichas instalaciones del Ferrocarril Central se les conocía como Estación “Joaquín Suárez”. Es probable que la etiqueta y datos que surgen de la fuente consultada se haya agregado el rótulo “Station Juanicó” porque en 1889 se llevó a cabo la exposición de París en la que participó dicha fotografía. Y otra cosa –ya en 1889- Lerena Lenguas administraba lo que se llamó “Cortijo Juanicó” y el mismo se emplazaba en el padrón que le perteneció a su esposa, una vez fraccionado el de mayor área propiedad de Cándido Juanicó (suegro de Lerena Lenguas).

     El dato no es menor, porque nos permite –al menos- acercarnos a la ubicación de la casa que registra la imagen (que hace poco antes de la edición de este trabajo, hallamos en los archivos digitales de la Biblioteca Nacional). Pues, sinceramente, se da en el caso cierta dificultad para ubicar con exactitud una edificación que se creía inexistente (o al menos modificada en la actualidad).   

 

 

Casa de campo de Luis Lerena Lenguas en los campos de la actual zona de Juanicó

 

  Anibal Barrios Pintos[2] señala que la amplia casa familiar con 15 habitaciones y 4 galerías y que: “El edificio del ex Cortijo[3] Juanicó se encuentra a 3 kilómetros de Progreso, sobre la carretera al Gigante.”[4]

   El dato que aporta el distinguido historiador minuano parece darnos un nuevo indicio que la imagen del “Chateau de Lerena Lenguas” sería el actual “Domaine Castelar” de Familia Deicas, pues éste dista a una distancia no mayor a 3 kms de la ciudad de Progreso. Aunque, esa exquisita construcción de estilo francés le perteneció (recién en 1886) a Celia Juanicó de Folle.

   La existencia de esa foto bajo el título de “Chateau” (castillo) de Lerena Lenguas arroja más dudas que certezas, porque en la actualidad, no existe esa construcción tal cual la describe la imagen compartida; o fue modificada y es la actual Domaine Castelar (que perteneció a Folle y no a Lerena) o es otra distinta ubicada donde se encuentra actualmente el casco histórico del Establecimiento Juanicó y, lamentablemente, desapareció por esos inesperados arrebatos de la piqueta fatal del progreso.   



[1] Chateau: Término francés que refiere a una casa solariega o residencia de campo.

[2] Ob cit pág. 530 y sgs.

[3] Cortijo: Hacienda y Casa en Andalucía.

[4] Ob cit pág. 531 A. Barrios Pintos

A 245 años del nacimiento de Francisco Juanicó

A 245 años del nacimiento de Francisco Juanicó

El 10 de mayo de 1776 en el hogar de Antonio Juanicó y Vinent y Elisabeth Sans y Petrós, en la ciudad de Mahón (Menorca, Islas Baleares) nace un niño al que le bautizan con el nombre de Francisco José Buenaventura, según surge del acta de la partida bautismal suscrita por el Presbístero Gabriel Vinent (Parroquia Santa María de Mahón).
El hogar de la familia Juanicó Sans se integraba por 8 hijos, Jaime (el mayor) y Francisco abrazaron la vocación del mar, convirtiéndose a temprana edad en marinos.
Fueron tres hermanos de la familia Juanicó que decidieron por cruzar el Atlántico con proa al sur. Fue en el año de 1795 que Jaime, su esposa Teresa Santíes (con sus hijos Zoilo y Justo), sus hermanos Antonio y Francisco Juanicó zarpan del puerto de Mahón hacia el Río de la Plata. Llegarían todos sanos y salvos a Montevideo, excepto Jaime quien luego de enfermar fallece durante la travesía trasatlántica.
Francisco y Antonio Juanicó junto a la viuda Teresa Santíes (y sus pequeños hijos) llegan al puerto de San Felipe y Santiago de Montevideo el 31 de diciembre de 1795. Mientras que el joven Francisco sigue navegando entre Montevideo y Buenos Aires, una y otra vez, así como al Viejo Continente. Su vocación náutica cesa cuando resuelve anclar su corazón definitivamente en el puerto de la colonial Montevideo, el 3 de junio de 1801.
Francisco Juanicó pasa una temporada residiendo en una fonda -propiedad de un británico- conocida como “Tres Reyes”. Rápidamente, el capitán de la marina británica, se matricula como comerciante (diciembre de 1801). Su personalidad, inteligencia y habilidad pronto se impondría en Montevideo. Francisco Juanicó se relaciona con burgueses criollos, con 21 años de edad, se inicia como administrador de bienes ajenos y se vincula al Cabildo, ganando la amistad y simpatía de influyentes personalidades de la Plaza Fuerte.
Juanicó en una fugaz carrera que, a ninguna actividad renegó sino que asumió con absoluta dedicación y responsabilidad. Francisco Juanicó era comerciante y armador-naviero, administrador de bienes propios y ajenos, miembro del Cabildo, agricultor, hacendado y llegó a ser primer Presidente de la Junta Económico-Administrativa de Montevideo (elegido por una abrumadora mayoría en setiembre de 1830). De modo que, dedicó su vida a los negocios y también a la tarea pública ya sea en tiempos de la Colonia, de la Cisplatina y en los primeros años de vida independiente del Estado Oriental.
Su fortuna se edificó en base a su trabajo y, como hábil mercader, se dedicó –como otros de su época- al negocio de tráfico de esclavos. Oficio que visto desde la anacrónica perspectiva de hoy, merece nuestro más radical juicio. Más allá de esto, Juanicó estuvo en la hora del servicio sí la Patria que lo adoptó como hijo le requirió, aunque diestramente supo mantenerse con ajenidad a los asuntos de las divisas lo que no le impidió estrechar vínculos amistosos con adalides de la época: Lavalleja, Oribe y Rivera.
Sí se mantuvo distante de José Artigas y su revolución, pese a que el Jefe de los Orientales era pariente de su esposa.
Pero, hagamos un alto. Conozcamos un poco más a la persona. Francisco Juanicó fue padre de dos hijos (habidos fuera de su matrimonio) Carlos (1803) y Carolina Cipriana (1805). Hasta hoy, desconocemos quien fue la madre de los niños o si lo fueron con quien contrajo matrimonio con posterioridad (Lerena Juanicó en su libro “Crónica de un Hogar Montevideano…” refiere a que Carlos y Carolina eran hijos “de un anterior enlace…” sin más. Es una de las cuestiones que restan por escrudiñar y arrojar luz a este misterio, entre otros tantos.
El 16 de marzo de 1807 Francisco Juanicó contrae nupcias con María Juliana Texería y Pagola (1790- 1839), de dicho matrimonio nacen: Eduardo (el 9 de marzo de 1809 y fallece el 5 de enero de 1811), Cándido Quintín de los Santos (31 de octubre de 1812) y Enrique Pantaleón (el 27 de julio de 1815).
Hijos en los que deposita la mayor inversión: su educación. Siendo Cándido quien se embarcó primero a Buenos Aires y luego a Europa, obviamente que en la Provincia y desde la casa del Miguelete recibió (él, su madre y hermanos) clases de Juan Manuel Besnes e Irigoyen, siendo posteriormente alumno de la Escuela Lancasteriana para después seguir formándose –Cándido- en el exterior, como dijimos.
Pero volvamos a Francisco, el patriarca de los Juanicó. Culminada su labor en el Cabildo (fue Juez de menores) pasó a asistir a las sesiones de la Junta de Comercio, fue además delegado del Consulado de Comercio de Buenos Aires, siendo “Juez diputado” le cupo la responsabilidad de reunir a los comerciantes de Montevideo a fin de tratar los diversos asuntos mercantiles del Plata (estamos refiriéndonos en el entorno de los años 1810 a 1812). Además se desempeñó, entre otras dignidades, como: miembro de la Junta de Aforos de la Aduana (1818), Juez de la Cámara de Apelaciones, Tribunal Superior de la Provincia (1818-1822), vocal en la Junta Superior de la Real Hacienda y Contabilidad General de la Provincia (1818) y, designado por Lecor para integrar como miembro del Consejo General de la Provincia (1824).
Pese a su cercanía a la Cisplatina y los honores que esta le dispensó (lo nombraron Vizconde del Miguelete), ello no menguó su amistad con Juan Antonio Lavalleja a quien le auxilió alguna vez (hay una carta de Lavalleja de 1822 que así lo acredita).
Juanicó laborioso, hábil mercader e ingenioso hacendado, le permitió acumular una copiosa fortuna. Fue propietario de grandes extensiones de tierra: adquirió una Estancia en Paysandú a orillas del arroyo Hervidero, la que bautizó con el nombre de dicho cauce, en ella (en 1833) estableció un saladero.
Adquirió el 13 de setiembre de 1830 en sociedad con Andrée Cavaillón la Estancia del Canelón, estableciéndose con el francés una próspera hacienda ganadera y pastoril. Campos que a finales del siglo XIX inmortalizará su apellido para convertirlo en el nombre de una fecunda y progresista localidad.
Tuvo propiedades en Entre Ríos, fundo conformado por extensas tierras a cuya altura y sobre el río Uruguay se encuentra la Isla Juanicó (actualmente en ella se levanta la Escuela Nro. 84 “República Argentina”).
Francisco Juanicó fue introductor al país diversas especies arbóreas y razas ganaderas. Desde Europa trajo: olivares, nogales, citrus (naranjas, limones y pomelos), avellanos, almendros, castaños, palmas de Berbería, bananeros y arbustos de café, moreras blancas para sustento de los gusanos de seda, cultivados en sus distintas propiedades o en su hermosa chacra del Miguelete.
Juanicó fue castigado duramente en sus posesiones primero por la revolución del Río de la Plata (como él mismo la denominaba) como posteriormente la Guerra Grande.
Hay una carta que él dirige a Marcos de Sobre Monte (hijo del ex Virrey) donde expresa, con claridad, sus perjuicios:
“…y de otra Estancia a ocho leguas de esta plaza sobre el Canelón Chico, a más de las pérdidas de ganado vacuno y caballos me han llevado últimamente tres esclavos y porción de peones canarios, por quienes anticipé los pasajes de 100 pesos fuertes a cada uno que debía desquitar con su trabajo, quedando abandonadas las mejores manadas Merinas y Sajonas existentes en el país… (Diciembre 18, de 1839).
El año de 1839 no fue fácil para Juanicó y sus hijos, pues más allá de los azotes que la guerra le infringió, la enfermedad le arrebató a su amada María Juliana. Su hijo Carlos, debió abandonar “El Hervidero” y exiliarse unos años en Buenos Aires, tras ser perseguido por las fuerzas de Don Frutos; Enrique, marchó a Río de Janeiro junto a su hermana Carolina (quien en 1822 casó con el Mariscal Juan C. Callado, emigrando al Brasil).
La ruptura con Rivera (en 1842) determinó que se estableciera en la Chacra del Miguelete, bajo la tutela del Gobierno del Cerrito. El 16 de diciembre de 1845, a la edad de 69 años, fallece en esa chacra tras sufrir un accidente en un paseo de sopanda que, al caer, se da un fuerte golpe en la cabeza lo que, al mediodía de esa jornada, le provoca su muerte. Su sepelio se realizó en el Cementerio de “La Mauricia”, actualmente sus restos descansan en el panteón familiar en el Cementerio Central (Montevideo).
A 245 años del nacimiento del menorquín que, nació bajo dominio británico, ancló su corazón –muy joven- en esta banda del Uruguay, nuestro recuerdo a quien importara a estas tierras de Sud América, entre otras especies arbóreas y razas ganaderas, su apellido para transformarse en el nombre de la localidad canelonense, tan pujante y activa como Francisco.
Dr. Fernando Lúquez Cilintano

"LA LOCALIDAD QUE EL FERROCARRIL DIO SU NOMBRE"

La actual localidad de Juanicó (departamento de Canelones), declarada por ley (dentro de la categorización de centros poblados) como “Villa Juanicó” recién el 13 de noviembre de 2002 (ley Nro. 17587), obtuvo su designación de hecho por una entidad privada: “The Central Uruguay Railway Company” (La Compañía del Ferro-Carril Central del Uruguay).

   El 1° de abril de 1872 quedó habilitada al tráfico la línea ferroviaria Juanicó – Canelones, que el 15 de noviembre del año anterior, había quedado operativa la Estación “Progreso” en la zona conocida como “Puntas del Colorado”. Entonces, el primer día de abril de 1872 con un viaje de la “máquina del progreso” llega hasta los campos de Cándido Juanicó para atravesarlos, humeante y ruidosa, va espantando al ganado que corría despavorido ante el rápido y desafiante negro monstruo de hierro.

    Esa Estación –cuya instalación se emplazó en una fracción de terreno que “vendió por un peso” Juanicó a la Compañía del Ferro-Carril- se le designó con el nombre del patriota guadalupense Joaquín Suárez, que además fue suegro de Senén María Rodríguez, administrador de la Compañía, fallecido en noviembre de 1871.

  Tiempo después, precisamente el 15 de octubre de 1882, a iniciativa de Francisco Piria de Grossi (1847 – 1933) se funda el pueblo Suárez, en las cercanías de Pando. Poblado que iría creciendo a la vera de otra línea férrea: la del Ferro-Carril Nordeste del Uruguay (“North Eastern Uruguay Railway”).

   Por casi 6 años existieron en el mismo departamento (Canelones) dos estaciones del ferrocarril con el mismo nombre, aunque el pueblo fundado por Piria se le designara solamente como “Pueblo Suárez”, mientras que la designación de Estación “Joaquín Suárez” (en las cercanías de la Villa de Canelones) fue a raíz de la iniciativa de una empresa privada.

   La iniciativa de Piria tuvo la visión básica del ordenamiento territorial del centro poblado que se creaba con el fraccionamiento en solares de un padrón en mayor área de su propiedad. Más tarde creó la Escuela “Juan Manuel Bonifaz”, es decir, les fue dando a los pobladores de aquel lugar los servicios básicos que el núcleo urbano requería.

  En cambio, la Estación “Joaquín Suárez”  fue rodeándose de ranchos de peones de, fundamentalmente, la Estancia de Cándido Juanicó. Siete años más tarde, a impulso de vecinos (Ángel Mosquera, Domingo Caraballo, Santiago Mirassou, Francisco Valla, entre otros), se crea la Escuela Rural Nro. 7 cuyo primer maestro preceptor fue Baldomero de la Peña. Es la actual Escuela Nro. 9 “Mtro. Gregorio Migues Vieyte”, con sus prolíficos 141 años de labor educativa.

  Según compulsa que tuvimos oportunidad de realizar en los libros diarios de la Escuela, los distintos maestros directores desde 1879 (año que se crea el centro escolar) comenzaban labrando sus actas diarias haciendo mención a la fecha en que se dejaba constancia la actuación y al lugar geográfico donde la misma se levantaba; entre 1879 y 1888, se principiaba el escrito con la frase: “En Estación Joaquín Suárez a los…” tantos días del mes tal… Se creyó que se mantuvo esa designación al paraje hasta noviembre de 1888. Pero no. La Estación “Joaquín Suárez” dejó de llamarse en mayo de ese año.

  Hace unos días accedí a un exquisito material histórico brindado por la familia Rabellino Isabella que daba cuenta de un dato interesante: el agricultor italiano Francisco Rabellino, arrendatario de campos del productor Federico E. Balparda (1839-1889) es tenedor de un recibo de pago cuyo tenor expresa lo siguiente:

 

 

“Recibí del Sor Don Francisco Rabelino Ciento cuarenta y siete pesos oro  sellado por un año de arrendamiento, vencido el 1° del presente mes del terreno que ocupa de mi propiedad cerca de la Estación Joanicó en el Departamento de Canelones.

        Montevideo, Agosto 30 de 1888

Federico E. Balparda”

 

   Pero ¿Cuándo se produjo el cambio y por qué?    

   El ferrocarril se constituyó en medio de transporte tanto de carga como de pasajeros, medio que desafiaba a los tradicionales (carretas, diligencias y transporte fluvial). Desde Montevideo, precisamente –desde Bella Vista (actual Estación Lorenzo Carnelli) salían encomiendas a distintas estaciones de las líneas ferroviarias para llegar a manos de sus propietarios.

  Dos estaciones con una misma designación, en distintas ubicaciones geográficas, podrá imaginarse el lector que algún contratiempo se habrá dado para que la mercadería llegara al destino correcto. Y así fue.

  El 8 de mayo de 1888 la administración del  “Central Uruguay Railway Company Limited”  emite el siguiente comunicado que sería publicado en el diario “El Siglo”:

“FERROCARRIL C. DEL URUGUAY

Se hace saber al público que para evitar las continuas equivocaciones que se cometen en la remisión de cargas, etc, a la actual ‘Estación Joaquín Suárez’ por motivo de existir otra de igual nombre sobre la línea del Ferrocarril N. Este ubicada en el pueblito del mismo nombre, se ha resuelto denominar ‘Estación Joanicó’, desde el 15 del corriente mes (ilegible) de nuestra línea, situada en campos de esa sucesión.

Montevideo, Mayo 8 de 1888.

                                                                 La Administración”

 

  Aquí viene otro problema: ¿Es Juanicó o Joanicó? {

    No hay lugar dudas que el apellido del menorquín Francisco José Buenaventura Juanicó Sans y Petrós (1776 – 1845) llevaba una sola o y con tilde (pese a que su origen catalán, no lleva tilde y admite dos acepciones: Juanico o Joanico, pues su matriz “Juan” con el sufijo “ico”, castellanizado no significa otra cosa que “Juanito”[1]), la partida de nacimiento del patriarca de la familia surge el apellido Juanicó, labrada con motivo de su nacimiento en mayo de 1776.

   El yerro de escribir Joanicó, según nos contó –el Prof. Leonardo Chiazzo- que su abuelo Félix comentaba el hecho de que –probablemente uno de los nietos de Cándido Juanicó- hubo de llamar la atención a las autoridades del Ferrocarril al apreciar que el cartel de la nueva estación estaría mal escrito, cosa que inmediatamente se corrigió.

  Aunque las erratas persisten en escribir mal el nombre de Juanicó aún hoy, pleno siglo XXI. A pesar de que las etiquetas de vinos finos que se elaboran en la zona, se constituyen en la máxima publicidad del lugar. 

   En definitiva, no hubo ni inauguración de la Estación (sino habilitación de la línea) así como tampoco una designación oficial en mérito a los servicios que prestó al país el Dr. Cándido Juanicó (abogado, jurisconsulto, juez, Presidente de la Alta Corte de Justicia, diputado y Senador de la República, diplomático, embajador ante distintas potencias extranjeras entre otras actividades culturales y académicas que cumplió). No se pretende quitarle mérito a la elección hecha por las autoridades del CURC, pero creemos que no se tuvo en cuenta los antecedentes históricos de la designación sino que, más bien se hizo el cambio para evitar inconvenientes en el servicio de encomiendas.

Así y todo, el ferrocarril nos dio el nombre y la Estación, fue la semilla que germinó para floreciera el proceso fundacional de una localidad que emergió en la geografía y en la historia de Canelones, sin ordenamiento territorial y sin quererlo por parte de las autoridades. Más bien, ha sido su gente –la de ayer y también la de hoy- la que edifica su prosperidad, con cada demanda lograda, con el trabajo cotidiano y sin dudas, motivada, por ese puñado de sueños compartidos.

  La historia es dinámica y no deja de sorprendernos. Sigilosa se mueve cual saber humano y nos sorprende, desbaratando conclusiones que creíamos selladas por la “autoridad de la cosa juzgada” (al decir en la jerga judicial). Pero no. La historia siempre admite revisión.

 Fernando Lúquez Cilintano.-



[1] “Juanicó, de apellido a localidad” pág. 11 Fernando Lúquez Cilintano (Montevideo, -Imprenta Mastergraf 2012)

Adolfo Folle Juanicó. A 125 años de su nacimiento

Adolfo Folle Juanicó. A 125 años de su nacimiento

      Adolfo Cándido Víctor Folle Juanicó, nació en Montevideo el 26 de julio de 1895. Hijo de don Carlos Folle Rossi y doña Celia María Juanicó Lenguas (quienes contrajeron matrimonio en 1885). Abogado, productor ganadero, hombre vinculado a la cultura y al turf. Supo ocupar altos cargos en la Administración Pública, llegando a ser Ministro de Instrucción Pública y Previsión Social en el gobierno del Dr. Juan José de Amézaga. Supo ser Embajador extraordinario del Uruguay ante la República Argentina. Supo además, ser Presidente de la Corte Electoral. Adhirió al Partido Colorado, fue dirigente cercano a don Tomás Berreta y Luis Batlle Berres.

      Contrajo matrimonio con doña María Elena Martínez Correa el 3 de agosto de 1923. El hogar de Don Adolfo y doña María Elena, nacieron cuatro hijos: Adolfo, María Helena Marta Adriana, Celia Beatriz y Carlos Julio (con quien he tenido el honor de contar -en diversas ocasiones- su permanente colaboración en mi afanosa empresa de conocer y hacer conocer a la familia Juanicó, acercándome datos y documentos relacionados con sus ascendientes).

 

FOLLE JUANICÓ  Y EL TURF

 

      El Dr. Folle Juanicó fue un activo precursor de la actividad turfística no sólo en el Uruguay sino también en Argentina; en nuestro país supo ser fundador y Presidente en diversos períodos del Montevideo Jockey Club y socio honorario del Jockey Club de Buenos Aires, además de Presidente de la Fundación de Esgrima del Uruguay.  

    Circuló una medalla conmemorativa en su honor, en cuyo anverso figura la efigie de espalda de hombre tratando de dominar un caballo salvaje. Firma, E. Prati, y en su reverso puede leerse: Al Doctor Adolfo Folle Juanicó los socios del Jockey Club y amigos como homenaje por su brillante gestión presidencial Montevideo, 1937-1941. Firma: Tammaro.

    En nuestro país, cada año se disputa el destacado premio turfístico que lleva su nombre: “Adolfo Folle Juanicó” de gran trascendencia e interés internacional.

     El Dr. Folle Juanicó resultó condecorado con las dignidades de Comendador del Cóndor de los Andes de Bolivia, y Gran Oficial del Mérito de Chile.

 

LA CULTURA Y EL DERECHO.  EL MINISTRO.  

 

     En 1927, el Dr. Adolfo Folle Juanicó fue autor de una de sus más importantes obras jurídicas “La Nueva Ley de Desalojo” en dicho trabajo realiza un diáfano estudio de la ley que reglamenta dicha estructura procesal que versa sobre relaciones arrendaticias. Realiza en ese trabajo un análisis, que la doctrina puede perfectamente, consultar por su vigencia en el desarrollo exegético de esta materia del derecho procesal.

   Adolfo Folle Juanicó incursionó además en la materia del derecho electoral, por eso llegó a ser Presidente de la Comisión de Asuntos Electorales del Consejo de Estado.

    El 6 de julio de 1943 el gobierno aprobó el Estatuto de la Academia Nacional de Letras, siendo instalada el 29 de octubre de ese año en ceremonia que presidió el primer mandatario Dr. Juan J. de Amézaga y el Ministro Adolfo Folle Juanicó; fue designado primer Presidente de la Academia, Raúl Montero Bustamante.

   Fue Ministro firmante del proyecto de ley que consagra y estatuye para la legislación laboral que aún hoy, goza de plena vigencia tal instituto jurídico: los Consejos de Salarios y la Negociación Colectiva (ley  10.449 del 12 de noviembre de 1943), por ejemplo.

 

LA FAMILIA Y LA PRODUCCIÓN RURAL

 

      Intercalando su actuación como abogado supo desarrollar su actividad ganadera precisamente, en los campos que pertenecieron a su familia materna: los Juanicó, en el departamento de Canelones.

     En charlas telefónicas mantenidas con su hijo Carlos, recuerda que de niño, supo pasar fines de semana en los campos de sus abuelos, pues su abuela Celia María heredó de su padre Cándido Juanicó, una fracción de la Estancia del Canelón. Esa propiedad habida de la partición efectuada entre las hermanas Celia, Sara y Julia Juanicó, es actualmente atravesada por el camino que une a Progreso con el Camino Al Gigante y, precisamente, lleva su nombre: Adolfo Folle Juanicó.

      La casa que recuerdan tanto Carlos Folle como su prima Felicia (hija de Andrés) es la hermosa finca de corte francés espléndidamente restaurada por la Familia Deicas y ha sido bautizada con la designación “Domaine Castelar” (Castillo del campo). Residencia que mandara a construir entre 1840 a 1845, Cándido Juanicó, se ubica entre los caminos Ciréfice, Albatros y Folle Juanicó.

     Adolfo Folle Juanicó falleció el 23 de agosto de 1967, en Montevideo. Fue un fiel descendiente de sus mayores, pues no sólo se vio en el campo rural labrando la prosperidad familiar sino que se le vio en el campo del saber en los estrados judiciales o como jurisconsulto, y también se le vio en el campo del hacer en favor del país, de la cultura y del deporte, siendo el turf su amada afición.

CHINA, EL GUSANO DE SEDA Y JUANICÓ

La producción de seda ha sido una actividad importante y se la ha asociado a un animal invertebrado, el  Bombyx mori (gusano de seda). Dicho insecto fue  domesticado en China por el año 2.640 a.C., según la tradición oriental se lo halló en los jardines del Emperador Huang Ti. Cuenta la leyenda que la esposa del Emperador, Xi Lingshi, fue quien descubrió al artrópodo que estaba destruyendo a las moreras de su jardín, la devastación de aquellas plantas sería provocada entonces, por gusanos blanquecinos que producían una serie de capullos brillantes.

    Según esa legendaria historia, Xi Lingshi dejó caer accidentalmente un capullo en agua tibia, vio poco después, que podía descomponerlo en un largo filamento. Y de esa manera fue que se descubrió la seda y así se produjo el nacimiento de la sericicultura. El alimento del gusano de seda es la hoja del árbol de la Morera, lo que le aporta al insecto es el almidón necesario para producir la seda.

     Los chinos guardaron celosamente para sí, el cultivo de la seda por más de 2.000 años.  

     El celo chino de cuidar el secreto de la cría del gusano de seda y las bondades de la sericicultura, se daba por medio de sanciones drásticas tales como la pena de muerte, a quienes sustrajeren huevos, gusanos o mariposas de la especie fuera de las fronteras imperiales. 

    En el año 550 d.C. el Emperador romano Justiniano (525 d. C. – 548 d. C)  envió a oriente monjes cristianos para predicar la fe y, de cierta manera, los religiosos pudieron burlar las medidas de defensa china establecidas para la sericicultura, y así lograron llevar a occidente no sólo el conocimiento adquirido de la técnica, sino además pudieron llevarse consigo semillas de moreras y huevos de aquellos gusanos.

    Posteriormente, desde Grecia la sericicultura se expandió hacia otras regiones de Europa, Asia y África del Norte, obteniendo muy buenas sedas en Italia y en España, por ejemplo. La seda y la cría de los gusanos que la producían, cruzó el Atlántico en 1763. El padre Ramón Termeyer SJ trajo al Río de la Plata un frasco lleno de huevos de tales insectos “con los que esperaba desarrollar la industria del gusano en estas regiones”[1].

      El propio Termeyer cuenta: “Así lo hice en Montevideo, Buenos Aires y últimamente en Córdoba”, aunque su tentativa de hacer prosperar la cría del gusano de seda fracasó, al no encontrar moreras para los gusanos que necesitaban de este árbol para vivir. Debe ser ésta una de las pocas experiencias jesuíticas frustradas o de rotundo fracaso, en el Río de la Plata.

    En la Banda Oriental, según hemos podido investigar –avanzado el 1800- Francisco Juanicó (1776-1845) introdujo a estas tierras –entre otras especies arbóreas- “moreras blancas para sustento de los gusanos de seda…”[2] Lo que se desconoce es sí Juanicó desarrolló, en la Provincia Oriental (o posteriormente, en el Estado Oriental) la sericicultura con fines comerciales o sólo crio gusanos de seda para uso doméstico o recreación familiar.

    Rastreando archivos digitalizados en la Biblioteca Nacional se encuentran documentos, avisos comerciales en diarios o publicaciones de la segunda mitad del siglo XIX que desarrollan o promocionan la actividad sericícola (crianza de gusanos y producción de seda) en el Uruguay.

   Lo que sí, podemos dar referencia testimonial o empírica, es que en estas tierras de Canelones existió la crianza de gusanos de seda; pues el suscrito siendo alumno del ex Colegio Sta Teresita del Niño Jesús,  Parroquia homónima de la localidad de Juanicó, Canelones (a mediados de los años 80 del siglo pasado) en el patio de aquellas instalaciones  existieron frondosas moreras blancas que daban sustento a los domesticados artrópodos que el alumnado criaba, desarrollando una verdadera actividad didáctica en ciencias naturales.  

  Ahora bien, con esta breve exposición se abre una nueva pregunta ¿habrá sido Francisco Juanicó el introductor al país de tal laborioso insecto?

 

Dr. Fernando Lúquez Cilintano

Abril, 2020.-



[1] “Los Jesuitas y la cultura rioplatense” pág. 104 Furlong, G. Montevideo 1933.

[2] Crónica de un Hogar Montevideano durante los tiempos de la colonia y de la Patria Vieja, pág. 6 Lerena Juanicó, J. Montevideo 1937.

"La Escuela y yo" A 140 años de la creación de la Escuela Nro. 9

"La Escuela y yo" A 140 años de la creación de la Escuela Nro. 9

“La ilustración del Pueblo es la verdadera locomotora del progreso” frase acuñada por el reformador de la educación patria: José Pedro Varela. Precisamente, en el año de su desaparición física (1879) y, justamente, en el día que en la actualidad se celebra “el día del Maestro” (22 de setiembre), se crea la actual Escuela Nro. 9 “Mtro. Gregorio Migues Vieyte” de la localidad de Juanicó.
Aunque su primigenia designación fue Escuela Rural Nro. 7 se logró –como todo en esta comunidad- por el tenaz esfuerzo de sus vecinos; en aquel entonces, conocido por dos designaciones distintas: “Paraje del Canelón Chico”, así surge de documentación que tuve a la vista, como la Partida de Nacimiento de Carlos Brussa (febrero de 1887), mientras que la Estación de Trenes –inaugurada el 1° de abril de 1872- se designaba con el nombre de “Estación Joaquín Suárez”; si bien ambas designaciones, la de la Escuela y la del pago han cambiado, persiste algo que hunde sus raíces en la propia comunidad. Ese algo es el sentido de pujanza, de lucha, de trabajo. Fueron aquellas familias que forjaron, hace 140 años, la creación de nuestra primera escuela. Así, Francisco Valla, Santiago Mirassou, Pedro Cot, Ramón Caraballo, Hilario Martínez, Nicanor Soria, Domingo Cotelo, Ángel Mosquera, Juan Vizcaíno y Lorenzo Zunino, formaron aquella comisión que hiciera posible la creación de la Escuela Rural Nro 7, albergada en un ranchito de adobe y paja erigido frente a lo que hoy es la sede del Club Ciclista Juanicó.
Su primer Maestro Director fue Juan Baldomero de la Peña y desde aquel local fue instruyendo a los niños de aquel paraje que, en 1888, pasaría a llamarse “Estación Juanicó”. Desde 1879 hasta 1881 fue la Escuela Rural Nro. 7, a partir de ese año se le designó como Escuela Rural Nro. 10, hasta el año 1903, que pasó a denominarse Escuela Rural Nro. 9. Unos años, hasta 1921 el local escolar funcionó en un ranchito ubicado sobre el Camino Nacional (actual Ruta 5), posteriormente en el año 1922, dicha institución fue alojada –para siempre- en el predio que donara al Estado, una vez fraccionado de uno de mayor extensión, el productor local Alfonso Seré.
Han sido 140 años de prolífica labor en el campo del saber y, sin dudas, la actual institución educativa está llamada a preservar en el permanente cultivo de esa simiente formadora de cada generación escolar; en ese afán, han donado -en generosa vocación docente- muchos hombres y mujeres que conforman, junto a las centenas de educandos que hemos pasado por sus aulas, esa historia viviente y vívida a la vez, de nuestra Escuela.
Ser agradecido, moralmente debe ser una actitud ante la vida y, como alumno que fui de la casi sesquicentenaria institución escolar, se agolpan ahora, en el corazón y en la memoria de mis sentidos, muchos gratísimos recuerdos. Por eso, a manera de desahogo espiritual, permítame el lector dejar por un instante la objetiva historia de la Escuela y su trayectoria en la comunidad, para escribir sobre ella y su relación con este humilde servidor.
En 1983, ingresé a aquel local –allende la vía férrea- de la mano de mi pequeña hermanita Lilián (y de mi mamá, Teresita); el pequeño escolar lucía la clásica blanquecina túnica, adornando su pecho, una moña muy bien acomodada, firme –jamás alicaída- y así me gustaba. La indumentaria escolar la completaba un blanquiceleste delantal cuadriculado y un maletín celeste, el niño ya había elegido su portafolio pensando tal vez, lo que la vida tendría para él, como profesión. Y allí estaba la Maestra Mónica, esperando a los debutantes alumnitos, algunos llorisquearían –como es natural a esa edad- y otros, harían las primeras relaciones públicas, charlando, jugando y aprendiendo. De charla, muy seguramente, me habrá encontrado más de una vez, la maestra; y más de una ocasión me habrá advertido en aquel desenvuelto comportamiento de niño, aunque… esa inquietud ha persistido en el tiempo. Debo confesarlo.
Los juegos y las meriendas, el correteo por el pavimentado patio, embellecido por verdes transparentes, aún siento el aroma de las semillas del Eucaliptus que ahí permanece, enhiesto como escolta o custodia del casi centenario local escolar, aún recuerdo el cúmulo de bellotas (del Roble allí existente), que parecían desbordar mis bolsillos. Las aulas en cuyo seno se forjó mi formación; tanto como en casa, cuyos deberes domiciliarios eran regenteados por mi madre. No había televisión, sin que antes culminaran esas tareas. Era cosa innegociable. Los cuadernos, sin orejas y con márgenes, la letra cursiva cuyo trazo aprendí en la bandeja de arena (vieja metodología lancasteriana que ingresara en 1821, a instancias de Dámaso Antonio Larrañaga), de la mano de mi querida maestra Lilián Morando. Caligrafía adquirida ayer en el aula escolar, deformada después en las instalaciones liceales y perdida posteriormente por esos golpes que –a veces- la vida nos da, y nos enseña a crecer y a superarnos ante esos avatares. Es que en el hogar se nos educa, en la escuela se nos forma y la vida, se encarga del resto: moldear o templar el carácter y el espíritu.
¡Cuántos recuerdos! En la Escuela de mi abuela, de mi padre, de mis tíos, de mis hermanas; en la escuela que fui alumno y en la que fui docente, en ella han dormido anécdotas que hoy parecen despertar al son de aquella campanilla. Y entre ellos, vienen mis recuerdos de aquellas primeras composiciones literarias de 6° año que rubricaba bajo el seudónimo de Rubicundo; apodo “artístico” que aún hoy un amigo así me nombra, y no es precisamente un compañero de generación, sino un Maestro cuya amistad se fue gestando desde aquellos días y permanece hasta el presente: docente y vecino nuestro querido, Didier Zecchi. En ese año, despertó en mí el interés por la escritura y, aunque el lector no crea, mi diaria exploración del diccionario, para incorporar a mis textos nuevos vocablos.
Fueron cuatro años en los que cursé en dicha Escuela, los restantes supe cursarlos en el recordado ex Colegio Habilitado Nro. 25 Santa Teresita del Niño Jesús, tiempo de mi periplo vital marcado por hábitos, aprendizajes y fundamentalmente, enseñanzas. Fue en el 5° grado que despertó el interés por los asuntos del cuidado del medio ambiente, de la mano de otra queridísima Maestra, María del Huerto Cameto (la maestra Mary) ¡Cuántas generaciones fuimos sus alumnos! ¡Cuánto por agradecer a cada maestro! Ellos cultivan, valores, hábitos, van moldeando nuestra formación. Por eso, aquella frase vareliana: “La ilustración del Pueblo es la verdadera locomotora del progreso” y vaya sí nuestra Escuela ha dado ciudadanos formados para ser parte del progreso local o regional, Juan Toscanini o Fernando Methol, fueron sus alumnos a principios del siglo XX, niños –hombres de producción, después- que fueron compañeros de otros que, en su tiempo, tanto como aquellos de anteriores o posteriores en el tiempo fueron sembrando porvenir en este pago, con los saberes que generosamente la escuela, desde 1879 viene dándole a cada quien supo ser, alumno suyo. Por eso hoy, es momento para agradecer y celebrar. ¡Salud, Escuelita! ¡Felices 140 años!

Fernando (o Rubicundo)
 

EL PUEBLO JOAQUÍN SUÁREZ Y LA ESTACIÓN JOAQUÍN SUÁREZ

EL PUEBLO JOAQUÍN SUÁREZ Y LA ESTACIÓN JOAQUÍN SUÁREZ

         El 15 de octubre de 1882 Francisco Piria promovería la fundación de un nuevo pueblo en Canelones, localidad emplazada al norte del arroyo Toledo y a pocas leguas de la Villa Concepción de Pando; convengamos que el gobierno decretó la fundación del poblado en 1866, pero pasarían 16 años para darle cumplimiento a dicha resolución gubernamental. La cuestión es que, por unos años y en el mismo departamento coexistieron –a pocas leguas de distancia- una localidad y un paraje en formación con la misma designación: Joaquín Suárez. Nos referimos a la Estación de Ferrocarriles inaugurada el 1° de abril de 1872 -en el gobierno de Tomás Gomensoro- rodeada por los campos de quien donara una fracción de su propiedad a la Central Uruguay Railway, el Dr. Cándido Juanicó (31 de octubre de 1812 – 13 de noviembre de 1884).

        Entre 1882 y 1888, quienes vivieron, conocieron o se relacionaron en estos dos zonas de Canelones, se refirieron a ellas –y de manera oficial- con el nombre de aquel patriota que supo ser Presidente del Estado Oriental en tiempos de la Guerra Grande: Don Joaquín Suárez (18 de agosto de 1781 – 26 de diciembre de 1869).   

   A continuación, compartiremos dos fragmentos de dos artículos de Sansón Carrasco[1] que describen a la incipiente localidad de Joaquín Suárez y por otro lado a la Estación de Joaquín Suárez que, en noviembre de 1888, pasa a llamarse Estación Juanicó en honor a quien fuera juez, diplomático, diputado, senador y hacendado: Cándido Juanicó.

 

FRAGMENTOS DE DOS ARTÍCULOS LITERARIOS:

“LA ESCUELA JUAN MANUEL BONIFAZ” y  “¡CUÁNTOS CHANCHOS!” (De Sansón Carrasco)

 

    “El tren sigue su marcha dejando atrás a la Unión y sus contornos, rasando, unas veces, la llanura, dominando, otras, las hondonadas, montando sobre los altos terraplenes o embutiéndose dentro de los paredones de la cuchilla tajada a pico para nivelar la vía.

     Los horizontes se abren por los cuatro lados, dilátanse los campos, Y la vista abarca una inmensa sabana tornasolada con todos los matices del verde y sólo interrumpida por algunas casitas diversas, que se dibujan como puntos blancos a la distancia. Hacia el oeste: la arboleda de Villa Colón forma una franja oscura, sobre la cual se destaca, afilada como un obelisco, la chimenea de la fábrica de ladrillos.  Al norte, como brotando de la cresta de una loma, surgen las torres de la. Iglesia de las Piedras, mientras que al sur sigue dominando el paisaje la silueta del Cerro, azulada por las brumas del horizonte.

    Y la locomotora sigue culebreando por las quebradas, dejando trazada su estela en el ambiente con los blancos copos de su respiración anhelosa, que se disuelven en menuda lluvia atravesando extensos trigales que, mecidos por la brisa, ondean como si fuesen un mar de agua verde.

    Después vienen los campos incultos, la pradera natural vestida de yerbas que perfuma el aire con ese olor que no tiene símil: olor a campo, como decimos los habitantes de la ciudad, acostumbrados a respirar una atmósfera viciada por las emanaciones de los grandes centros. Ahora es cuando está lindo el campo, cuando todavía el sol no ha dorado el pasto ni achicharrado las florecillas que lo matizan.

     Por entre la apretada yerba que tapiza el terreno, se distinguen, en la altura, como una botonadura de oro, las flores amarillas de la manzanilla, y en el bajo, al borde de la cañada que serpentea por entre juncos y espadañas, se ven engarzadas en el musgo, como rubíes y amatistas, las margaritas rojas y moradas que perfuman aquellos contornos con su suave olor de verbena.

    Al cabo de una hora de camino la locomotora empieza a contener la respiración, rechinan los hierros de los frenos con que se ajustan las ruedas para disminuir la velocidad, y a poco andar se detiene el convoy frente a un elegante edificio de piedra: es la estación Joaquín Suárez.”

  Este hermoso fragmento literario conforma el artículo “¡Cuántos chanchos!” de Sansón Carrasco, fechado el 2 de agosto de 1882, ese pasaje pinta el paisaje -de época- en el que un pasajero del Ferrocarril va describiendo su viaje hacia la campaña y, con fina pluma, nos trae hoy un escenario cerril pero, a su vez, pintoresco del campo y los pueblos que a la vera de la vía se fueron formando (o desarrollando) gracias a la “Máquina del Progreso”, compartamos otro fragmento de un nuevo artículo titulado “¡Cuántos chanchos!”:

Hacía tiempo que estaba invitado a visitar La Extremeña, fábrica de productos porcinos, instalada en Santa Lucía, pero parecía que el diablo había metido la cola entre la invitación y mi deseo, pues, no bien concertaba mi paseo, echábanse las nubes a llorar a moco tendido, en señal de duelo por la hecatombe cochina que en ocasión de mi visita se haría.

 

Pero, como la estación avanza y las matanzas concluyen con los fríos, decidí atropellar por todo, así es que el domingo, a pesar de los rezongos del tiempo y de uno que otro chubasco, emprendí viaje, cómodamente instalado en un coche de primera clase del ferrocarril Central, en compañía de cinco caballeros que formaban parte de la expedición a La Extremeña. 

 

A las ocho y minutos silbó la locomotora, coma dando su adiós a la ciudad, y momentos después echó a andar el tren, pesadamente primero, algo más ligero después, hasta que desentumidos los músculos de acero de la quina, empezó a correr sobre los rieles, dejando atrás las casas, los árboles, los postes del telégrafo, y los rostros curiosos de los vecinos del tránsito, para quienes es siempre una novedad el paso de esa inmensa culebra con su penacho de humo y sus enormes fauces que vomitan fuego.

Primero, atravesamos por las quintas, tristes como el tiempo, enlodadas las torcidas sendas de los jardines, tiritando los árboles con su ramaje desnudo, cerradas las puertas y balcones de las casas solitarias, y los parrales en esqueleto, semejando los nudosos sarmientos reptiles deformes arrastrándose sobre el envarillado de los zarzos. Después, cruzamos sobre el Miguelete, enriquecida su escaso caudal con los derroches de las nubes, que en esta última quincena han echado la casa por la ventana. Nuestro pobre arroyo corría con hinchazones de río, extendido su cauce de barranca

a barranca, arrastrando las aguas barrosas que le aportan las laderas que mueren en sus orillas.

Más adelante, el campo abierto, todo barro, todo humedad; los pastos pálidos y marchitos, las tierras aradas convertidas en lodazales, los trigales tempranizos raquíticos, anémicos despeinados

por la avenida de las aguas, viviendo entre el fango; una laguna en cada hondonada, un arroyo en cada surco, un charco en cada agujero, yagua, yagua, y mucha agua donde quiera que se mire; todo triste y húmedo, sin un rayo de sol que rompa la monotonía del nublado, sin un volado de pájaro que hienda el vapor gris de la niebla, sin un retozar de potrillos O triscar de corderos que diera vida y movimiento a la extensa sábana de verdura desteñida por la lluvia.

Aquí y allá, grupos de vacas y caballos, enterrados hasta las ranillas, con el pelo encrespado, dando el anca al viento, comiendo con desgano las yerbas desabridas que crecen en la tierra lavada de las grasitudes que vigorizan la savia.

Colón, La Paz, Las Piedras, todo fué quedando atrás, raleándose las poblaciones y abriéndose el campo a medida que avanzábamos, cruzando las soledades que median entre Progreso y Joaquín Suárez hasta llegar a Canelones. Allí vuelve a encontrarse la población y el movimiento: viajeros que bajan del tren, otros que suben, peones que descargan y cargan equipajes, cocheros que ofrecen sus vehículos para atravesar el lodazal que separa a la Estación del pueblo, y sobresaliendo entre todos

los ruidos y voces, el grito de un muchacho que recorre por el andén toda la extensión del tren, ofreciendo en cada ventanillo de los wagones: -¡Bizcochos, palitos y naranjas! Butifarra y pan! sin variar una sola vez su estribillo.

Cinco minutos dura aquel ir y venir, y cargar y descargar, y bulla y movimiento. Después el Jefe de la Estación toca la campana, la locomotora lanza su agudo silbido, los pasajeros que habían bajado a tomar algo, se apresuran a recobrar sus asientos, y el tren vuelve a emprender pesadamente la marcha, quejándose con chirridos de goznes, tosiendo con sus pulmones de acero, Y eS2utqndo a cada golpe de tos una bocanada de vapor blanco que se desvanece en el aire como una burbuja de jabón; los carruajes trotan hacia el pueblo, despéjase poco a poco el andén, y sólo queda firme el muchacho vendedor, presenciando el desfile de los wagones y ofreciendo en cada ventanillo que pasa su mercancía, con la misma entonación y el mismo estribillo: -¡Bizcochos, palitos y naranjas! ¡Butifarra y pan! El tren aumenta a cada paso su envión y pasa orillando el pueblo de Canelones, por entre sus prolongados cercos de tunas, alineadas a un lado y otro del camino como filas de soldados que presentan sus armas. Ahora sólo nos queda por delante un trecho de cuatro leguas que debemos recorrer sin interrupción. La máquina, como si supiese que no sería sofrenada en su carrera, aumentaba su velocidad a remezones, y se comía el terreno de a cuadras por minutos, cruzando los campos encharcados convertidos en interminables bañados, sólo habitados por las cigüeñas que los recorrían con sus largos zancos, revolviendo con sus picos puntiagudos en el agua en procura de las lombrices que engendra la humedad.

El Mataojo, arroyuelo de ordinario insignificante, corría ancho como un río, sepultando bajo sus aguas los talas y sarandíes que lo franjean, asomando sólo las ramas superiores de los sauces por entre el hervidero de la corriente. Y el tren sigue siempre su marcha; vadea el arroyo por sobre el puente que lo cruza y repecha las lomas del otro lado hasta alcanzar la altura. Desde allí se ve el establecimiento de las Aguas Corrientes, con su empinada chimenea, y a su pie, un mar, un mar extenso, formado por la fusión del Mataojo y del Santa Lucía, que, desbordados de sus cauces, invaden toda la planicie que los separa.

      Allí está La Extremeña, - dice uno de los compañeros señalando a la derecha del tren, y siguiendo la indicación, veo tres o cuatro edificios techados de teja, asentados en lo alto de la cuchilla. No sé si fue pura fantasía de mis sentidos, pero declaro que me pareció oír murmullos de gruñidos que venían de La Extremeña.

     El tren siguió la cintura de la villa de San Juan Bautista trazando una prolongada curva, costeó después el río por espacio de algunas cuadras, refrenó la marcha, y a los pocos minutos se detuvo frente a la Estación, descargando por sus portezuelas toda la mercancía humana que llevaba en sus wagones.

    Habíamos llegado al término que nuestro viaje. Yo hice lo que todos: bajé, estiré los brazos, di algunos pasos con fuerza como para desligar las articulaciones entumecidas durante tres horas de quietismo, y me dirigí al Hotel Oriental, donde ya nos esperaba don Ramón Suárez, director del establecimiento que íbamos a visitar.” 

     Este fragmento literario refiere a un viaje hacia una chacinería de época en las afueras de la hoy ciudad de Santa Lucía, Sansón Carrasco nos trae a nuestros lo que el ferrocarril supo ser a finales del siglo XIX, la irrupción del Uruguay moderno, forjador del progreso.

 

 



[1] Sansón Carrasco: seudónimo del Dr. Daniel Muñoz (1849-1930, político, abogado y periodista colorado).

OCHENTA AÑOS. HACIENDO HISTORIA EN EL CORAZÓN DE SU GENTE.-

OCHENTA AÑOS.  HACIENDO HISTORIA EN EL CORAZÓN DE SU GENTE.-

      Ochenta años de una Institución que no sólo ha albergado al ciclismo bajo los colores de la patria y en esta tierra laboriosa de vinos y granjas, ha abierto el surco en el cual se cultivó la obra, fundada en el esfuerzo y desvelo compartidos; Juanicó supo, a impulso de muchachos soñadores no sólo forjar la idea y llevarla a la realidad de crear el “Joanicó Cycles Club” (fundado en la zona de Albatros, un 28 de setiembre de 1938) sino trazar y estrenar la primera pista de ciclismo del país, un 9 de octubre de 1941.

      En el alma del deporte del pedal, cultivaron y realizaron la Sede propia del actual Club Ciclista Juanicó, inaugurada un 26 de agosto de 1957; casa social que ha albergado un sinfín de eventos y encuentros sociales. Invitamos al juanicoense o a quien ha conocido este Club, a cerrar sus ojos –por un instante- y retrotraerse a esos recuerdos que anidan en su corazón. ¿Cuántas veladas hermosas? ¿Verdad?

 Alberto Reg, Walter Méndez, Alberto Castillo, Los Iracundos, Dino, Los Wawancó, Palito Ortega, Los Moonlights, Tormenta, Los Pimpinelas -o más acá en el tiempo-, Pepe Guerra, la Sinfónica de Montevideo, Los del Suquía, Hereford o Ignacio Copani.

¡Cuántos artistas han desfilado por su escenario, por nombrar algunos y recordando a muchísimos más!  

Hay tres o cuatro cosas que hacen a nuestro patrimonio local,  de cuya existencia cultural me lo recuerdan en cada rincón que visite de mi país y al nombrar mi oriundez, se me diga: -“Ahhh sos de Juanicó? La tierra de los buenos vinos” o me recuerden “¡los dulces de Massaro”! o se me diga…. “Juanicó… ¡Que bailes! En el Club conocí a quien sería mi novia…”  

¡Cómo no emocionarse al oír tan lejos de tu pago chico, cosas lindas que pintan lo mejor de nosotros!

Club Ciclista Juanicó primer club de Sudamérica de ser propietario de un velódromo, el cuarto en su especie del Uruguay. ¡Qué importante sería para el deporte nacional su reactivación! Cómo no recordar junto a esta obra, la mano generosa de Omar Moizo o Domingo Massaro, de Sixto Ruiz o Francisco Rabellino. Quienes tomaron la posta de aquellos pioneros: Francisco y Félix Siri, Aladino Boffa, Gilberto Risso, Félix y Omar Gorría, Anacleto Calache, Celedonio De Armas,  Manuel Aiuspuro, Alejandro y Martín Marenco, Ulises Moizo y los hermanos Icasuriaga.

    Hablar del ciclismo local, es recordar a Omar Moizo, Omar Gorría, Icasuriaga, Julio “Cowboy” Martínez, Óscar “Mosquito” Cáceres o Edgardo Moschetti. Es recordar las carreras domingueras y las competencias en el velódromo a lo largo de la década de 1980. Es también reconocer, el formidable esfuerzo cuyo empeño se instaló y agotó en el año 2015, cuando el Club vuelve a la competencia oficial, gracias al empuje de un puñado de dirigentes locales.  

    El Club no sólo ha cobijado el deporte del pedal sino que la actividad bochófila ha permanecido activa durante casi largos cuarenta años; supo darle fomento al deporte de la amistad, y jalonarse en la historia bochófila nacional, al ser el primer Club del Uruguay en desarrollar campeonatos mixtos, varones y mujeres, arrimando a la esférica contra el piso y la baranda. Cómo no recordar a Isidro Álvarez, Juan Morando (apodado mano de seda), Hipólito Porcal, Celedonio de Armas, Miguel Ángel Pusillo, Walter De León y tantos otros.

¿Cómo no recordar los actos de la Escuela Nro. 9 o las asambleas de los productores nucleados en AFYDAJ? O más acá en el tiempo, cómo olvidarse de aquel día en que el viento -de un feroz tornado- quiso arrancarnos del mapa de Canelones, el 10 de marzo de 2002. Cómo no recordar aquellos días, en que un vapuleado y herido Club, abrió sus puertas a la comunidad que le dio vida para que ésta, reunida en fraterna unidad vecinal, restañara las heridas que abrió aquel brutal fenómeno climático.  

   Y ahí, bajo el pastoral grito de “¡¡Arriba el Juani!!” de Juancito Morando, con el apoyo de Carlos Remedios, Domingo Massaro, Olga Bartora y Enrique Marna, permiten contagiar de entusiasmo y compromiso en la tarea de reactivar al Club Ciclista Juanicó, y así desde aquél 2002 hasta nuestros días hemos intentado, con aciertos y errores, mantener con vida y llenar de ella, a un Club que durante estos primeros 80 años de labor, sigue “haciendo historia en el corazón de su gente”.  

¡Felices 80 años Club Ciclista Juanicó!

 

Fernando Lúquez Cilintano

A 145 años del nacimiento de Bernardo Methol

A 145 años del nacimiento de Bernardo Methol

Bernardo Methol Etchegoyhen (1873 – 24 de marzo, Mauleón, Francia; 1948, Montevideo); productor ganadero y lechero, fundador de CONAPROLE; amigo de Domingo Aramburú el que, al ser invitado por éste a participar de una exposición en Montevideo, llega a estas latitudes para radicarse definitivamente. Arrendó los campos del ex Cortijo Juanicó, ubicado en Estación Juanicó, departamento de Canelones, en los primeros años del 1900.  

Fue uno de los principales productores que promovió el mejoramiento ganado bovino y, en especial, la raza holando; Methol fue, en 1904, uno de los primeros tamberos en desarrollar el ordeñe mecánico en el país.

Su obra como gremialista y lucha por el sector lechero, fue acompañada y seguida por su hijo Fernando Methol Bedecarrats, uno de sus cuatros hijos; alumnos de la Escuela Rural Nro. 9, de la zona de Juanicó.

A la memoria de aquel vascofrancés, a 145 años de su nacimiento; recordarle por su prolífica obra en el sector lechero.

 

JUANICÓ HOMENAJEA A NATALIA RABELLINO

JUANICÓ HOMENAJEA A NATALIA RABELLINO

El Instituto Histórico de Juanicó organiza un homenaje y reconocimiento a una hija de estos pagos, cuyo apellido paterno se encuentra indisolublemente arraigado en la historia de Juanicó, desde finales del siglo XIX.

    Este encuentro entre juanicoenses, autoridades locales y del deporte, amigos y compañeros de Natalia, se dará el próximo jueves 27 de agosto a las 19.30 hs en Cavas de Establecimiento Juanicó. Y motiva la ocasión, la  histórica y merecida premiación que obtuviera en las pasadas Olimpiadas Especiales de Los Ángeles. El lauro, la medalla de oro en natación a mar abierto, corona sin dudas, el esfuerzo  y dedicación de Natalia, que siempre ha contado con el apoyo familiar.

 Se ruega confirmar asistencia (antes del próximo 24 de agosto) a 091 520-836 o fernando.luquez.cilintano@gmail.com

A treinta años de la Fundación de la Comisión Vecinal Pro-Mejoras de Juanicó

A treinta años de la Fundación de la Comisión Vecinal Pro-Mejoras de Juanicó

Mil novecientos ochenta y cinco, precisamente el veinticuatro de mayo, un grupo de entusiastas vecinos de Juanicó, se nucleaban en el Salón de la Capilla Ma Auxiliadora (justo en el día de su veneración) para darle fundación a una novel institución: la Comisión Vecinal Pro-Mejoras de Juanicó. Su primer Presidente sería una recordada y muy querida vecina, de valores y virtudes signados por el servicio al prójimo: Julia Inés Espino de Ruzycki, secundada en la secretaría por Aramir Silva García. Acompañados por los siguientes vecinos fundadores: Asencio de León, como Vicepresidente; Fernando Montini, secretario y el Dr. José Viñole, como pro-Secretario; Aramir Silva, sería el Tesorero y Carmen Ramírez Mundín, como la pro-Tesorera. Vocales: Elsa Lugano, Raúl Galati y Víctor Muñoz. Mientras que la primer Comisión Fiscal, quedaba integrada de la siguiente manera: Ceferino Cuello, Juan Pedro Espino y Daniel Perciante.
Dos tercios de su existencia, forjaron buena parte del desarrollo y fomento locales. El Comedor Infantil, varias veces el arreglo de calles y caminos, el nomenclátor de las calles de Juanicó, las lomadas en calle San Marcos, los reparos públicos, uno en Ruta 5 frente a la Capilla Santa Teresita y el otro en las intersecciones de calle San Marcos y calle Perú; el ingreso de los ómnibus de la COPSA, a nuestro pueblo; los Festejos Conmemorativos del 125° aniversario de la Iniciación del Proceso Fundacional de Villa Juanicó, la última pavimentación de las calles del pequeño poblado, la Policlínica de Salud Pública, el Saneamiento y el Liceo, fueron demandas y sueños vecinales, que en cartas ante autoridades se hilvanaron en proyectos, tras gestiones que de manera constante, lograron que nuestro pueblo fuera adquiriendo obras que consolidaron su proceso fundacional como localidad pujante y promisoria de este departamento. 
Han pasado ya, unos 9 años que, esta Institución ha dejado de funcionar. No vale la pena, recordar aquí y ahora, el o los porqué de su cese. Lo que nos convoca en el Juanicó de estos días, es un llamado urgente a su reactivación. ¿Por qué? Porque nuestra comunidad la necesita, hay mucho por hacer. No dejemos en otros, la responsabilidad que es de todos; pues, el llamado de una historia local, que habla de unidad y visión, esfuerzo y convicción de nuestro colectivo destino, hizo de Juanicó, lo que un departamento y un país, han conocido de él. La Comisión Vecinal es una pieza más de ese variopinto puzle, que ha tejido lo mejor de nosotros, de lo que hemos sido y de lo que estamos llamados a ser y hacer, juntos. 
Hoy, queremos convocarlos a todos, a celebrar esos 30 años de esta institución, sumando fuerzas y trabajar juntos, como lo hicieron nuestros padres y abuelos, desde los tiempos que hicieron germinar en estas tierras a esta pujante región de Canelones. La invitación queda cursada, el futuro es nuestro y comienza hoy, todos juntos.

A DIEZ AÑOS DE LA CREACIÓN DEL LICEO DE JUANICÓ (2004- 4 de marzo- 2014)

 

      Fue en noviembre de 2003 que, en mi carácter de Vicepresidente de la Comisión Vecinal Pro-Mejoras de Juanicó (hoy, lamentablemente, inactiva) ofrecí establecer contactos con las autoridades de la ANEP, precisamente con el Consejo Directivo Central (CODICEN), en la persona del Consejero Prof. Daniel Corbo Longueira; el objetivo del contacto era, precisamente, encausar una obra anhelada: la creación del Liceo Público de Juanicó. La gestión fue exitosa.

    Y en ese mismo mes, a pocos días de haber establecido el contacto con la secretaría del Prof. Corbo, fue el propio consejero que, gentilmente me devolvió la llamada para enterarme que el día 13 de ese noviembre del 2002, nos recibiría en su despacho para dar inicio a una obra histórica de la enseñanza local. Con el Presidente y Secretaria de la Comisión Vecinal, Mtro Didier Zecchi y Prof. Carmen, junto a una pionera de causas sociales, como lo es Margara Artola, partimos hacia la capital del país, abrigando esa esperanza envuelta en un sueño: el Liceo para Juanicó.

    La reunión tuvo resultados altamente positivos. El Prof. Corbo recibió con atención el pedido que llevamos en nombre y representación de una comunidad que clamaba por la creación de esa institución de educación secundaria; aconsejó que se dieran los primeros pasos, como la formación de un expediente que, a la postre, se transformaría en el “embrión” (valga el término) que, con reuniones y gestiones, crecía en el vientre de la comunidad esperanzada de ver nacer a esa criatura. Sí. Nos sentimos –humilde pero orgullosamente- respecto del Liceo de Juanicó, junto a otros vecinos, padres en su gestación o fundación.

        En febrero de 2003, llega a Juanicó, el Prof. Corbo junto a la consejera de Secundaria Prof. Nelda Teske; una multitudinaria reunión se realizó junto a las autoridades visitantes en la Capilla María Auxiliadora, diputados y ediles de todos los partidos, asistieron para apoyar el clamor vecinal. En esa oportunidad se visitaron dos locales: la vieja casona, que construyera el productor vasco Agustín Oíz en la década de 1920 (propiedad de Domingo Massaro) y, el local del ex Colegio Sta Teresita del Niño Jesús (propiedad de la Diócesis de Canelones), edificio en el que finalmente -el 29 de marzo de 2004- abrió las puertas el flamante Liceo de Juanicó.

        Reuniones a todo nivel. Con legisladores como Eduardo Chiesa o hasta con el entonces Presidente de la Cámara de Representantes Dr. Jorge Chapper (año 2003) o el Senador de la República Prof. Carlos Julio Pereyra (integrante de la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara Alta), mantuvimos contactos y reuniones; obviamente, con las autoridades de Secundaria, en especial su Presidente (de aquel entonces) el Prof. Jorge Carbonell y, la consejera Nelda Teske que, se interiorizó permanentemente a lo largo del proceso de creación del nuevo Liceo, cuya finalización alumbró el 4 de marzo de 2004, con la Resolución N° 41 – Acta 9 en Expte. N° 1-10660/03 del CODICEN, que aprueba la creación de la Institución de Educación Secundaria local. Han pasado diez años, una década.

         Recuerdo, con nostálgica emoción, los primeros pasos de esa criatura. Las reuniones con Monseñor Orlando Romero (Obispo de Canelones), para concretar el contrato de alquiler del local donde se afincara el liceo. Las tareas de preparación de dicho edificio: pintadas, arreglos, etc. todo, obviamente, encarado por los padres de los futuros alumnos (de aquella generación inaugural) y los miembros de la Comisión Vecinal. Doble orgullo: haber propiciado el empuje y seguimiento de gestiones que finalmente nos llevaran a buen puerto y, que de esa generación inaugural, la integraran queridos vecinos (otrora alumnos del suscrito, en la Escuela N° 9), entre ellos, Eugenia, mi hermana menor. Todo un acontecimiento: ¡Juanicó estrenaba su Liceo!

       Fue así   que nació a la vida local nuestro Liceo en una época de avances para la localidad, donde la Comisión Vecinal y el Club de Leones locales, tuvieron un destacado rol. ¡Cuánto extraña nuestra comarca la labor de estas instituciones!

        Lindo hubiese sido que, como celebración central de este aniversario –en este año 2014- se cortasen las cintas inaugurales del tan anhelado edificio, cuya tramitación, se ha visto entorpecido por trabas burocráticas y licitaciones, con idas y venidas, para la compra de una fracción de predio donde se erigiría el local liceal. Lindo hubiese sido que, se permitiera a quienes –en su tiempo- supieron brindar con desprendimiento generoso su labor y tiempo para la fundación del Liceo, se les abriera las puertas a esa Casa, con el afán de sumar esfuerzos, junto a la APAL (Asociación de Padres de Apoyo Liceal) con el fin de la concreción del edificio que merece nuestro Liceo. Lindo hubiese sido también, que sea la propia comunidad –madre de la criatura- impulse o reactive junto con las autoridades de la Institución, el abrazo de ese anhelo e instalarlo en la realidad de una buena vez. Ideas, acción, voluntad y amor por las causas colectivas siempre han sido elementos descollantes o característicos de Juanicó: la comunidad que construye su destino, que continúa tan vigorosa como desde 1872, su proceso fundacional. Creando, construyendo, apostado a lo mejor, siempre.

En fin, lindo haberlo vivido para poderlo contar.

Salud querido Liceo de Juanicó!

Dr. Fernando Lúquez Cilintano.-

Vicepresidente de la Comisión Vecinal Pro-Mejoras de Juanicó

(Noviembre de 2000 a julio de 2005)

JUANICOENSES CONOCEN CASA DE LA FAMILIA JUANICÓ

JUANICOENSES CONOCEN CASA DE LA FAMILIA JUANICÓ

     Entre 1815 y 1820 (aproximadamente), Francisco Juanicó construye a orillas del arroyo Miguelete –a unos 8 kilómetros de la Bahía- una gran residencia en una Chacra cuya extensión abarcaba unas 600 hás. Propiedad que en 1845, hereda su hijo Cándido y a partir de 1887 sale del dominio familiar, al ser rematada y fraccionada en solares por Francisco Piria, creándose el Barrio “Cuchilla de Juanicó”, hoy Barrio “Aires Puros”.

     En esa Casa –emblemática del Montevideo Colonial- fue sede de las veladas más románticas de la época, allí la Música de Cámara era el deleite no sólo para los habitantes de la finca: la familia Juanicó – Texería, sino sus invitados. Por allí estuvieron Louis de Fraycinet (un aristócrata de la corte de Luis XVIII de Francia), Nicolás de Anchorena, Manuel de Sarratea, Pedro de Angelis, o el canónigo Mastai Ferreti, fueron gentiles huéspedes de la suntuosa mansión del Miguelete.  

   Hay un documento de un distinguido visitante –Monseñor Muzzi- de esta finca, que comparte esto, y hoy forma parte del Libro –recientemente editado, en el marco del 140 aniversario de nuestra comarca: “JUANICÓ, de apellido a localidad” que dice: Esta región (del Miguelete) queda más allá del Cordón, a distancia de una legua y media de la ciudad, y está toda cubierta de huertas, jardines y casas de recreo. Una de las más hermosas es la del señor Francisco Juanicó, de Puerto Mahón, de Menorca, domiciliado en Montevideo. Está plantada al gusto europeo, con largas avenidas adornadas a ambos lados con lindas plantaciones de limoneros, naranjos y cedros, podados en forma de piña, en número de más de tres mil. En los cuadros, o espacios centrales, entre una y otra avenida, se ven dibujos de césped, flores escogidas, parques ingleses y otras cosas deliciosas. Hay también bosques de duraznos, de manzanas y de otras excelentes frutas en la falda de una colina, a cuyo pie murmura un ancho torrente, navegable en pequeñas embarcaciones, completando el encanto de aquella amenísima Villa.

          El hecho es que –en el marco de estas celebraciones locales- el pasado domingo 6 de mayo, una delegación del Instituto Histórico de Juanicó, integrada por la Mtra. Alicia Martínez, Alba Esteve, Mario Lúquez, Rodolfo Mascaró Juanicó y el Dr. Fernando Lúquez, llegaron a conocer esta casa que –en la actualidad se encuentra en un estado de abandono y deterioro importante-, es un anhelo poder conjugar esfuerzos para la restauración de esta verdadera joya del pasado colonial de nuestro país.    

A SEIS AÑOS DE LA INICIACIÓN DEL MAYOR PROCESO DE PROFUNDIZACIÓN HISTÓRICO-CULTURAL POR LA IDENTIDAD DE JUANICÓ

     Un 23 de enero de 2006, en la secretaría del Club Ciclista Juanicó se reunía un grupo de vecinos para dar los primeros pasos en la gestación de un Instituto Histórico.

     Juan Morando, Olga Bartora, Mtra. Marta Rodríguez Castrillo, Mirtha Moreira, Jorge Peraza, Ana Pettinari, Adolfo Rodríguez, Alba Esteve de Ghiggia, Julio A. Moschetti y el Dr. Fernando Lúquez Cilintano, fueron sus fundadores. Asistieron a esa primer reunión (fundacional, por tanto, del Instituto Histórico de Juanicó), el Esc. Jorge De Simone y Agrim. Óscar Nóbile por el Instituto Histórico de la ciudad de Canelones y, por la Asociación Histórica de Los Cerrillos, Gerardo Molina y Miguel Pérez Estévez.  

   Un mes más tarde quedó constituido su primer Consejo Directivo: Presidente Honorario, Juan Morando; Presidente del Consejo,  Dr. Fernando Lúquez Cilintano; Vicepresidente, Julio A. Moschetti; Secretaria: Mtra. Alicia Martínez Pecorari; Pro-Secretaria: Alba Esteve de Ghiggia. Consejeros: Esc. Enrique Marna Gastardi, Mirtha Moreira, Margot Sosa, Delia Martínez.

    Una vez gestado el novel Instituto, empezó a dar sus primeros pasos.

    Convencidos sus integrantes del medular cometido de su asociación: la recuperación o rescate de la identidad local, comienzan con las celebraciones de cada aniversario de la localidad, en el mes de abril, a partir de 2006, Juanicó –al igual que en 1997, en ocasión de recordarse su 125° aniversario- conmemora y festeja el desarrollo de su proceso fundacional iniciado el 1° de abril de 1872. Y eso sucede desde ese abril de 2006 a la fecha.

    Carlos Brussa, Cándido Juanicó, Juan Antonio Lavalleja, Andrés Cheveste, Simón Del Pino, Luis Lerena Lenguas, Fernando Methol, Manuel Vaeza, han sido las primeras figuras de la historia de una región que fueron recordadas por el Instituto Histórico de Juanicó. Otras se sumarán, por cierto, en esta tarea colectiva del recordatorio.

     La creación de una plaza –la primera de Juanicó- en homenaje a quien legara su apellido como nombre de una localidad: Dr. Cándido Juanicó, la restauración de una parte de las instalaciones de Estación Juanicó (pilar histórico del centro poblado); la promoción del Museo del Tren (aún no creado), han sido o son obras impulsadas por este activo e inquieto Instituto. Cuatro homenajes al actor y director de teatro juanicoense Carlos Brussa Bernini: dos placas, un óleo y ahora un monumento en su barrio natal: El Remanso, son los homenajes y obras que ha encarado o promovido el Instituto.

      Iniciativas todas que marcan un rumbo hacia la identidad cultural. Empresa institucional que ha logrado la prosecución de sus fines y cometidos, gracias al incondicional apoyo y participación de la Comisión Departamental Honoraria del Patrimonio de Canelones, y de forma muy especial, su Presidenta la Prof. Elena Pareja de Carámbula. Nunca ha habido un no, cercenamiento u obstaculización para la concreción de las iniciativas culturales del Instituto Histórico de Juanicó, sino que, por el contrario, la Comisión del Patrimonio –entendiendo la motivación y emprendimientos locales de dicho Instituto- ha sido una socia en todas y cada una de ellas.  Lo coherente y justo es, reconocer tal actitud proactiva.

    El Instituto, estudiando e investigando la historia y raíces locales, es quien marca un rumbo y va, a su vez, tejiendo una compostura tal que desempolva la identidad local. Y ella es, esa médula que une y zurce a los hilos de esta comunidad cultural y geográfica. Una cultura criolla e inmigrante, signada por la agricultura y la actividad ganadera, teniendo como credenciales la calidad vanguardista y pujanza de espíritu. Eso es Juanicó y su gente.

   Uva y vino. Leche y ganado de raza. Alfalfa y trilla. Granja e industria. Turismo rural y artesanía granjera. Conforman ese Juanicó productivo que traduce a una historia y descubre a una tradición.

   El Instituto Histórico de Juanicó no descansa ni reposa sus cometidos en los recursos o voluntades estatales, sino que las complementa unas con otras, para alcanzar ese objetivo comunitario: la identidad local. Y, cuando no existen –ni recurso ni voluntad-, se las ingenia para lograr su obra.

     Consciente de que transita por el camino correcto, procura compartir con sus pares una vocación común: la defensa de la cultura local, la investigación y la historia. Así es que funda –desde Juanicó-, con otras asociaciones, a la Federación de Instituciones Históricas de Canelones.

   En fin, con el Instituto Histórico de Juanicó comenzó el mayor proceso de profundización histórico-cultural por la identidad; es la más pura expresión del sentir colectivo y la participación ciudadana, en la búsqueda de las raíces de esta localidad canelonense. Abogado del sentimiento y acervo locales, ha luchado en esos 6 años de vida, por la activación de un  motor que ponga en marcha a un Juanicó que se sienta orgulloso de su pasado, y se impulse con bríos renovados al futuro.

    ¡Para seguir construyendo historia, salud Instituto!

RESUMIENDO 2011

ENERO, 23. El Instituto Histórico de Juanicó, conmemora sus 5 años de vida, recordando sus logros y proyectos.

FEBRERO, 15. El Club A. Juanicó comienza sus preparativos de cara a la temporada 2011 del Torneo Eduardo Martínez Monegal de la LDFC.

MARZO, 9.  El Instituto Histórico de Juanicó estrecha lazos con la Asociación Rural del Uruguay, para realizar un homenaje a tres vecinos de la zona, vinculados a la ARU: Luis Lerena Lenguas, Manuel Vaeza Ocampo y Fernando Methol.

ABRIL, 1°. Se inaugura el Centro Cívico Juanicó “Padre Emilio Vanoni” y la obra nueva sobre calle San Marcos (1 km).  

ABRIL, 9. Apertura de la 6° Feria de la Tradición. Acto conmemorativo del 139° de la iniciación del proceso fundacional de Juanicó y Homenaje al Juanicó, Lechero y Pastoril, recordando a los vecinos productores: Luis Lerena Lenguas, Manuel Vaeza Ocampo y Fernando Methol.

MAYO, 10. Aparceros de Soriano, entre ellos el Intendente mercenario Guillermo Bessozzi, llegan a Juanicó, en su travesía rumbo a Las Piedras, para seguir conmemorando el Bicentenario.

JUNIO, 16. Asume nueva comisión directiva en el Club Ciclista Juanicó, presidida por el Dr. Fernando Lúquez, siendo secundado en la secretaría por Patricia Scasso.

JULIO, 3. Es electo Vicepresidente para el Tribunal Arbitral de la Federación Ciclista Uruguaya, el Dr. Fernando Lúquez. Primer juanicoense en ser investido en un cargo federativo a nivel nacional en el ciclismo.

JULIO, 16 y 17. En el Club Ciclista Juanicó se lleva a cabo la 7° Fiesta del Vino, el total líquido recaudado equivalente a $ 18.200 es volcado para los fondos necesarios en la construcción de la Policlínica de Salud Pública de Juanicó.

AGOSTO, 9. Un grupo de vecinos de Juanicó, se reúnen con el Gerente Gral. de MEVIR Arq. Héctor Dupuy, a efectos de iniciar las gestiones para lograr un nuevo plan habitacional para la zona.

AGOSTO, 15. Vecinos de Colonia Moricci y El Gigante (Juanicó), se movilizan por la construcción de un nuevo puente sobre el arroyo de La Lana, a la altura de Camino Al Gigante.

 

SETIEMBRE, 17. Hereford y Ciudadano Cero en Juanicó, por primera vez.

SETIEMBRE, 18. Juanicó Campeón, Torneo Apertura en Sub-18 y 1° Div. El Rojinegro se corona con olivos luego de 20 años.

SETIEMBRE, 19. Asume la Presidencia de la Liga Dptal. De Fútbol de Canelones, el Dr. Fernando Lúquez Cilintano, que con 33 años de edad, será el más de la historia en dicha Liga.  Siendo a su vez, el primer juanicoense en acceder a dicho cargo.

OCTUBRE, 23. Se realiza una nueva edición de la Feria de la Tradición, en adhesión al Bicentenario.

NOVIEMBRE, 27. Se corona Campeón las oncenas rojinegras del C.A. Juanicó en Sub-18 y 1° Div. Temporada 2011 Campeonato Eduardo Martínez Monegal de la LDFC.

DICIEMBRE, 23. Luego de 10 años de servicio voluntario cierra sus puertas la Biblioteca Popular Arq. José Ma. Mieres Muró, única en su especie en todo el país, cuyo local fue construido por MEVIR a instancias de dos esforzadas maestras jubiladas: Pilar Sandro y Susana Irusta. MEVIR decidió su cierre, para ofrecerlo a otro servicio público. 

HALLAZGOS LÍTICOS EN JUANICÓ

Ha sido un desvelo del Instituto Histórico de Juanicó, el hurgar sobre el pasado pre-histórico de la región en cuyas tierras se asienta la homónima comarca. Tarea no sencilla. Empresa que nuestra asociación como tal, no ha realizado; no obstante, recientemente, un joven entusiasta y aficionado al mundo lítico que nuestro suelo ha atesorado sigilosamente, durante varios de cientos de años –quizá hayan sido miles. Este joven, y su también joven familia: Cristhian Lavittola Martínez, Natalia Garat (su esposa) y la hija de ambos: Florencia, han tomado con cariño una actividad, casi por recreo, otro tanto por amor a nuestra prehistoria, han recorrido en largas tardes, también largos trayectos por los cursos de agua y sus álveos. El elegido ha sido el arroyo de la Lana, curso así conocido desde los tiempos de la Guerra Grande (1838-1851) en que Francisco primero, y luego su hijo Cándido Juanicó, tenían en ese frondoso arroyo y sus inmediaciones, la sombra y agua necesarias, para aquellas más de 3.000 lanares (de las mejores razas merino y sajonas del país), ganado que lamentablemente, fue devastado por la execrable Guerra Grande.

         Pero vayamos más allá del siglo XIX, quizá lleguemos a los tiempos en que los pámpidos (macroetnia aborigen anterior a la Nación Charrúa), habitara buena parte del suelo Oriental –ergo, estas tierras también- pueblo que debe a su denominación, por ser originarios de la pampa argentina. Cuyo avecindamiento asciende al año 9.000 a.C.; y es tan probable como cierto, que, sobre las zonas altas -próximas al cauce del conocido Arroyo de la Lana- existieron innúmeros talleres indígenas, cuyos restos líticos, han vuelto a ver la luz solar y han sido tocados por manos humanas, después de varias centurias. Sí. Gracias al trabajo de Cristhian, Juanicó empieza a reencontrarse con un pasado hartamente remoto.

      Perforadores de cueros y otras superficies blandas; raederas de cuyo uso podría formarse finas puntas en maderos;  trozos de cuarzo o sílex de cuyo labrado resultaban cuchillos; los hay, que cumplieron su rol de puntas de flechas, que, según su tamaño o porte, se utilizaban para la caza de presas (de acuerdo también al tamaño de la fiera), se han hallado también, boleadoras de piedra maciza, hay piezas dada en llamarse raspadores, por la función que cumplían de desollar a los animales, quitarles la grasa de sus cueros. Sí. Lo que es cierto es que, estas piezas pertenecieron a la Edad de Piedra (del Paleolítico).

   Decenas de piezas líticas, halladas aquí, (ver FOTOS) en las inmediaciones de este arroyo, ubicado a unos 2,5 kilómetros de la actual Ruta Nacional 5, serán puestas en exhibición permanente en un Museo pre-Histórico, que, dirigido por Cristhian Lavitola, será el primero en su especie en Juanicó, con el apoyo del Instituto Histórico local; estará abierto al público, desde el propio domicilio de la familia Lavitola-Garat, circunstancia que, lo volverá en una singular experiencia museística a nivel departamental.

 

Dr. Fernando Lúquez Cilintano

Presidente del Instituto Histórico de Juanicó

Secretario de la Federación de Instituciones Históricas de Canelones.

Agosto 2011.-

"Juanicó, de apellido a localidad"

Ofrecemos algunos capítulos del libro que se prepara para el 140º aniversario de la Iniciación del Proceso Fundacional de Juanicó (1872- 1º de abril-2012), haga click en la siguiente imagen:

Instituto Histórico tras las exequias del Dr. Cándido Juanicó

Instituto Histórico tras las exequias del Dr. Cándido Juanicó

El próximo 30 de setiembre de 2012, se cumplirán los 200 del nacimiento del Dr. Cándido Quintín Juanicó Texería (1812-1884); ya, en 2007 –cuando se cumplieron 195 años de su nacimiento- se inauguró una plazoleta, sita en las calles Carlos Brussa, Emilio Vanoni y la vía férrea; espacio cívico, que lleva su nombre, descubriéndose un busto en mármol en su Memoria.

El Dr. Cándido Juanicó, fue abogado, jurisconsulto, juez del Crimen, integró el Gobierno del Cerrito durante la Guerra Grande, fue legislador (diputado y Senador por el Partido Blanco), Embajador, Presidente de la Alta Corte de Justicia. A esta personalidad, cuya vida y obra, estuvo comprometida –al igual que su padre, Francisco Juanicó- con el desarrollo del Uruguay como Nación libre e independiente, se le pretende dar, la venerabilidad correspondiente a su memoria, trasladando sus Restos a la localidad que hoy día, lleva a su apellido como nombre propio, para darle sepultura con honores de Estado, en un lugar a determinar (aunque, se manejan dos: emplazamiento de una lápida en la Capilla Santa Teresita del Niño Jesús o, construcción de una pequeña Capilla en el predio de la Casona que el propio Cándido mandara construir en 1845, y hoy es propiedad de la Familia Deicas).

La tarea no se presenta sencilla. Dado que, el Campo Santo de la Capilla de San Francisco, donde se le diera sepultura, el día posterior a su deceso, 14 de noviembre de 1884, hoy día –en dicho predio- se asienta la Facultad de Medicina (UDELAR). Por lo pronto, integrantes del IHJ, se encuentros abocados, a su localización gracias a datos e informes que viene proporcionando tanto el Arzobispado de Montevideo, como el Archivo Histórico de la Ciudad de Montevideo, obteniendo ya, la partida de defunción.

Instituto Histórico promueve homenaje a Andrés Cheveste

Instituto Histórico promueve homenaje a Andrés Cheveste

     Andrés Cheveste. Su nombre recuerda al baquiano y hombre de confianza de Artigas y de su amigo, Lavalleja (el Libertador de 1825). Es que, el minuano Juan Antonio, y Cheveste, prácticamente, eran vecinos; porque, el primero supo tener una gran extensión de tierra, en estas latitudes de Canelones (desde la zona conocida hoy, como “La Chivera” hacia el noroeste hasta el río Santa Lucía).

El baquiano Andrés Cheveste, supo ser integrante de los Treinta y Tres Orientales, siendo el encargado de conseguir la caballada de la estancia del Cnel. Tomás Gómez, maniobra concretada por los hermanos Ruiz, para apoyar la memorable Cruzada, de la que fuera guía.

Andrés Avelino Cheveste nació en Villa Guadalupe de los Canelones el 10 de noviembre de 1786, siendo hijo de Manuel Cheveste y Artelaya, nativo de Vizcaya, y de Manuela Islas y González, nacida en Buenos Aires.

Su nombre desaparece en el año 1829 cuando es aprisionado en Bella Unión y condenado al exilio, pero queda inmortalizado en el notable cuadro de Blanes, El Juramento de los Treinta y Tres Orientales.

Cheveste, tuvo –de propiedad de sus padres- una chacra en el Paraje de Las Violetas (Juanicó, Canelones); por tal motivo, estamos promoviendo la realización de un acto recordatorio a uno de esos valientes orientales, nativo de estos lares patrios.

Hallazgo y transcripción

Hallazgo y transcripción

 

"Sra. Da. Julia Juanicó de Lerena

Montevideo

 

Paris Mayo 7 de 1865

 

Hija querida de mi alma

 

Otra vez ha Uegado paquete y es llegado el momento de cerrarse el correo, sin que hasta ahora hayamos tenido mas carta que una de Joaquina a Julia desde Buenos Ayres. Sin embargo de que nos explicamos, varios modos la demora en el recibo de la correspondencia y aun su extravio, no siendo conocidos ni teniendo domicilio fijo, en una capital como esta, es preciso estar lejos de la patria en circunstancias como las nuestras, para hacerse cargo de la profunda tristeza que produce esa falta de noticias directas.

 

Sin embargo de que mis trabajos oficiales pasaron necesariamente. por los sucesos ahi, niSixta ni yo hemos asistido hasta ahora a diversi6n de ningun jenero. Actualmente, nos hemos trasladado, por tomar algo que se parezca a aires de campo, a una de las entradas del Bosque de Bolonia, inmediata al Jardin de Aclimataci6n. El sitio es verdaderamente. precioso, pero falta el espiritu para disfrutar de el.

 

Tu hermano saldra probablemente dentro de un par de dias para Espafia y Portugal, con el obieto de embarcarse en Lisboa por el paquete francos de fin de mes. Alfredo debia acompanarlo, pero quiero recibir antes carta de su madre.

 

Mucho sen tire que lleves adelante el proyecto de trasladarte al Rosario 6 Santa Fe, antes de haber asegurado tu marido los medios necesarios de subsistencia. Creeme que los trabajos y penas no se valoran sino cuando se experimentan; independientemente. De que el tener que atenderte a ti en pueblos extrafios seria siempre un obstaculo mas para lo que tu marido pudiese emprender.

 

Nada digo sobre la marcha que desgraciadamente. siguen los hombres de la situation. Les desearia el mas completo acierto, porque el redundaría en bien de nuestra patria.

 

A Carlos y Lerena, que me dirijan la correspondencia por conducto de Mons. Antony Gelot 53 Fue Rochechouart. Felipe sabe en todo caso otro medio, que es el de Mons. Germain Halphen Rue de laVictoire, que es el corresponsal de Trueba. Si hubiese temor de interceptaci6n en Correo ahi, pueden llevarse las cartas a los Consulados Ingles y Frances respectivamente.

 

Con nro. Cariño a todos

Tu padre

 

Cándido"

(*) Del Libro "De la Crónica de una Familia Montevideana, Francisco Juanicó y sus hijos (1776-1845), Luis Lerena Juanicó (ed. 1937)